Publicidad

Prudencia, por favor

El discurso político en el país está llegando a un punto de ebullición que debería preocupar a cualquier colombiano razonablemente interesado en la estabilidad de nuestras instituciones. Y eso resulta preocupante.

El Espectador
18 de octubre de 2015 - 03:11 a. m.
Prudencia, por favor

Nunca antes como esta semana, que recordemos, había el expresidente Álvaro Uribe pronunciado acusaciones tan agresivas y dañinas contra diversos representantes del Estado colombiano que, hace no mucho, él dirigía y representaba. La angustia y el calor electoral, suponemos, lo tienen salido de cualquier decoro típico de alguien de su estatura política y liderazgo. Asusta, además, ese mensaje agresivo y hasta amenazante que han puesto como estandarte sus millones de fervientes seguidores: “Lo que es con Uribe, es conmigo”. ¿Está fundamentada tanta vociferación?

Las declaraciones hablan por sí solas. Ante la noticia de que la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín lo investigará por la tristemente célebre Operación Orión en esa ciudad, el expresidente tildó a uno de los magistrados de ser “miembro de juventudes subversivas” y de querer condenarlo “por razones electorales”. Acusaciones temerarias que, en otras voces y en tiempos no muy lejanos, en este país han equivalido a sentencias de muerte, luego ejecutadas.

Y no paró allí. A renglón seguido, con una total falta de delicadeza y respeto por los millones de víctimas de la violencia paramilitar, afirmó: “seguramente si me hubiera reunido con paramilitares habríamos acabado con la guerrilla”. Amenazante, de nuevo. El desenfreno lo llevó además a decir que “Santos (es) el único de mi gobierno que debería estar en la cárcel, porque fue donde paramilitares a proponer tumbar al Gobierno y refundar a Colombia”. ¡Por favor!

Es cierto que causa suspicacia el aluvión de investigaciones en contra del hoy senador justo en el punto más álgido de unas elecciones esenciales para el futuro del país. Válido. Igual de reprochables son las actitudes de servidores públicos como el fiscal general, que no han desperdiciado oportunidad para enviar dardos afilados en contra del expresidente. Sin embargo, denunciar esas coincidencias no lo exime de responder con pruebas para desvirtuar los delitos que le imputa la justicia.

La verdad es que estas investigaciones, que venían desde mucho tiempo atrás, son apenas lógicas y naturales para alguien que ha detentado el poder que él ha tenido. Y provienen de instituciones legales colombianas a las cuales, cuando menos, se les debe respeto. La manera de defenderse, entonces, es con la altura que le exige su investidura. No es silencio lo que se le pide, sino responsabilidad y aplomo para no llevarse al país de su brazo en este desenfreno retórico.

El expresidente Uribe debe entender que el derecho, si nada debe, será suficiente defensa y que incluso quienes pensamos diferente de él estaremos atentos a que no se cometan atropellos. Pero a los gritos y evadiendo el contraste de las pruebas, lo único que consigue es dividir al país, minar la confianza ciudadana en sus instituciones, animar la violencia y los odios, abortar la oportunidad de unir propósitos y construir una mejor sociedad.

Confiamos en que esta exaltación desorbitada obedezca al tenso calor electoral y que el lunes siguiente a las votaciones podamos empezar a debatir con mayor tranquilidad cómo es que vamos a construir un país nuevo y en paz. Sin el expresidente Uribe, ya mucho se ha dicho, y es verdad incontrovertible, el posconflicto no será más que un espejismo. Y eso sí que debe producir angustia.

 

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar