Que Pékerman y Armero no se laven las manos

Ver a Pablo Armero jugando en la Selección Colombia ante Bolivia fue una cachetada para todas las víctimas de la violencia de género y una muestra de que los discursos que buscan posicionar el fútbol nacional como símbolo patrio están llenos de palabras vacías. La actitud del director técnico, José Néstor Pékerman, y del mismo Pablo Armero, compartida por muchos —demasiados— hinchas, es una de irresponsable indiferencia. Hablan del deporte como una utopía hasta que les toca enfrentarse a las contradicciones reales que causan los comportamientos de sus jugadores.

El Espectador
25 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

El año pasado, en Miami, Pablo Armero llegó a su cuarto de hotel y, cuando su pareja no quiso acostarse con él, la agarró por el pelo y le empezó a cortar las extensiones. Fue arrestado. La Embajada de Colombia en Miami, preocupadísima por los derechos de las mujeres, anunció que ya le estaba prestando asesoría jurídica... al jugador. Un acto más de una sociedad donde se fomenta la imagen de las mujeres como propiedades sobre las que los hombres pueden disponer y, claro, reprender. Inaceptable a todas luces.

El dedo en la llaga, no obstante, vino cortesía de Pékerman, quien convocó a Armero y lo puso de titular para el más reciente partido de la selección. Andrea Guerrero, periodista deportiva, y muchas otras mujeres, pusieron el justificado grito en el cielo: ¿Por qué, si Armero jamás ha pedido disculpas públicas ni ha mostrado el compromiso con ayudar a erradicar los actos de abusadores como él, se le está permitiendo vestir el tricolor, que representa mucho más que una camiseta?

Las respuestas de quienes defienden la convocatoria son ridículas. Primero, dicen que se trata de un asunto de la vida privada. Sobre eso, dejando a un lado el hecho notorio de que la violencia y la opresión, así sea en el hogar, deben ser problemas de todos, el caso no aplica para Armero, por el mismo hecho de que viste la tricolor. Los jugadores de la selección no son sólo deportistas; son símbolos, modelos a seguir, motivos de inspiración para niños en todo el país. Su vida, por eso, nos concierne a todos como país. ¿O es que acaso queremos decirles a nuestros niños que pueden hacer lo que se les antoje, incluso cometer delitos, si son muy talentosos? ¿Eso es lo que representa la Selección Colombia ahora?

El segundo argumento lo dio el director técnico, quien dijo que “siempre le hemos hecho un seguimiento deportivo (a Armero)” y que a él poco le conciernen sus problemas personales. Tan fácil que es lavarse las manos, profesor Pékerman. Pero usted, más que nadie, sabe que al armar el equipo no sólo está alineando a los mejores deportistas, sino que está ayudando a construir un símbolo. No en vano Colombia entera se paraliza cuando juega la Selección. Decir que los problemas personales no son importantes, que no deberíamos, por lo menos, ver un acto de arrepentimiento público y aprovechar el megáfono de la Selección y del fútbol para hablarle al país entero y decirle que la violencia contra la mujer, y todas las violencias, son inaceptables, es resguardarse en una indiferencia irresponsable. Usted no sólo es un técnico más; carga consigo la conciencia nacional. El fútbol, como usted bien sabe, importa y es mucho más que once personas y un balón. Esta vez no estuvo a la altura y le debe un mejor comportamiento al país.

Que Armero haya sido figura en el partido es irrelevante. Aquí sí hay cosas más importantes que el fútbol. Si es tan importante su convocatoria, ojalá la Selección, Pékerman y Armero inicien un verdadero proceso de reconocimiento del problema, reparación y que apoye la lucha contra la violencia de género. De lo contrario, será difícil sentir orgullo por la camiseta tricolor.

 

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Por El Espectador

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