Rasgos que preocupan en Donald Trump

La verdadera historia es ver cómo Trump no ha moderado su extremismo al llegar a la Presidencia.

El Espectador
20 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Se cumple un mes desde que Donald Trump asumió la Presidencia de Estados Unidos y la Casa Blanca se ha convertido en productora de noticias angustiosas de manera casi diaria. Más allá de la incompetencia y falta de coordinación interna que ha demostrado la administración del magnate, lo más preocupante son los rasgos autoritaritaristas cada vez más marcados en su discurso y su actuar.

Sobre la incompetencia hay suficiente ilustración. La desastrosa orden ejecutiva que prohibía la entrada de personas provenientes de varios países de mayoría musulmana, se supo después, fue escrita a las carreras y sin consultar a las agencias gubernamentales encargadas del tema de la inmigración. Lo mismo ha ocurrido en muchos otros temas, lo que deja en evidencia que hay una pugna interna de poder entre los distintos consejeros del nuevo presidente. La incomodidad que muchos funcionarios han expresado es producto de una Casa Blanca que no tiene un mensaje claro y que es arrastrada a discusiones banales por culpa del mal humor de Donald Trump. Un detalle, publicado por el New York Times, sirve de símbolo potente: las reuniones que se realizan en la noche en la Casa Blanca fueron por un tiempo a oscuras, pues ningún funcionario sabía cómo encender las luces. Tampoco se les ocurrió preguntar.

Más allá de lo anterior, la verdadera historia es ver cómo Trump no ha moderado su extremismo al llegar a la Presidencia, sino que demuestra lo cómodo que se siente con el autoritarismo. Exhausto porque la prensa ha puesto en evidencia las mentiras dichas por él mismo y por miembros de su administración, el nuevo presidente lanzó el tuit más diciente sobre lo que en verdad piensa: “Los medios de NOTICIAS FALSAS (NYTimes, CNN, NBC, y muchos otros) no son mis enemigos, son enemigos del pueblo estadounidense. ¡Enfermizo!”.

Es necesario detenerse un momento en el lenguaje empleado por el líder más poderoso del mundo. Les está diciendo a sus no poco simpatizantes que la prensa libre, esa misma que ha publicado denuncias en contra de su autoritarismo, es su enemiga. Ese truco es viejo pero, lastimosamente, efectivo. ¿A quién puede creerle, entonces, la gente? ¿A quienes publiquen artículos positivos sobre Trump? ¿Es necesario mencionar las figuras históricas perversas que han usado una estrategia similar?

John McCain, uno de los pocos republicanos que han alzado la voz en medio del caos, explicó el problema con esa declaración de Trump: “Si queremos preservar la democracia tal y como la conocemos, necesitamos una prensa libre y crítica. Sin ella, me temo que perderíamos muchas de nuestras libertades individuales con el paso del tiempo. Así es como empiezan los dictadores”.

En esos términos estamos: ya no es irresponsable utilizar comparaciones de ese calibre pues los rasgos están presentes. Y cuando el sistema de pesos y contrapesos funcionó para limitar el poder de Trump, como pasó con la orden ejecutiva que mencionamos y que fue derrotada en los tribunales, el presidente salió a atacar personalmente a los jueces y poner en duda el sistema judicial. ¿Suena familiar?

El problema es que si, con el paso del tiempo, la administración Trump sigue demostrando su desdén por los principios básicos de la democracia, ese ejemplo seguirá inspirando movimientos similares en el resto del mundo. No sobran en Colombia, por ejemplo, las voces que celebran al magnate y que impulsan el odio a la prensa libre como parte de su plataforma política. Ante eso, sólo queda rodear al periodismo y a las instituciones e insistir en que la verdad y la crítica son esenciales para la libertad.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

 

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