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Recta final

El presidente Juan Manuel Santos se está moviendo. Ya el tiempo en el poder se agota y, a un año largo de que termine su período, mueve su gabinete de ministros, sus alfiles, sus discursos.

El Espectador
17 de marzo de 2013 - 07:55 p. m.

 Lo primero que quiere hacer es un balance del gobierno que preside: la semana pasada se reunió en la hacienda Hatogrande, al norte de Bogotá, para hacer un análisis, sector por sector y ministerio por ministerio, de lo que se ha hecho y lo que falta por hacer. Está planeando una estrategia en la que sus delegados se acerquen a las regiones y muestren los logros alcanzados. Una cuestión de comunicación. De entendimiento de un gobierno.

Asimismo mueve sus fichas: el nuevo alto consejero para las Regiones es Juan Carlos Mira, exsecretario privado de la Presidencia, dejando libre a Alejandro Char, quien suena bastante para las próximas elecciones como un representante de lo que se empezó a llamar “santismo”. Llegan rumores de cambios: Ruth Stella Correa, ministra de Justicia; Fernando Carrillo, ministro del Interior; la obvia salida de Germán Vargas Lleras, ministro de Vivienda. Todo parece estar preparado para una arremetida política al final de la carrera.

Lo más notorio es el discurso que empezó a manejar hace unos días. Una frase, sobre todo: “Un país justo, moderno y seguro”. Consigna que repite incansablemente, cada vez que tiene la oportunidad de hablar en público. Así lo hizo en Medellín, en Pereira, en Bogotá. Así lo repite su gabinete. Una frase contundente que, aparte de reflejar las iniciales de su nombre (JMS) en lo que algunos podrían llamar megalomanía, los más suspicaces, como La Silla Vacía, endilgan al politólogo, publicista y experto en comunicaciones J.J. Rendón. El venezolano creó un discurso muy parecido en Perú para Luis Castañeda: un país “justo, moderno y solidario”. ¿Exageramos?

Un asunto se destaca por encima de todos: la paz. Dice el presidente que “dejará el gobierno de Colombia una vez alcance la paz”. Y bueno, esa esquiva meta podría demorarse un período presidencial más. El presidente Santos luce (o quiere lucir, mejor) como la garantía de continuidad del proceso. Y si bien se ha avanzado de forma positiva, lo que falta no es poco: temas gruesos, difíciles, áridos. Lo rural se demoró. Y así debe seguirse, a paso lento. Sin embargo, ¿es realmente el presidente una garantía indispensable de continuidad en todo esto? ¿Amarrará la reelección al proceso de paz? ¿Una cuestión de fondo no debería estar desligada de una de forma?

Al margen de todos estos nuevos elementos, para la recta final el presidente debe enfocar su gestión hacia los elementos en los que se ve desfavorecido. No ya en términos de imagen, digamos, sino de gobierno: la crisis del agro, el medio ambiente, el Índice de Desarrollo Humano que comentábamos en este espacio el día de ayer, entre otros problemas. Si quiere tener un buen remate, debe centrarse primero en hacer un concienzudo autoexamen: aquello en lo que el país está mal y sus políticas no sirven. De eso se trata, justamente, el arte de implementar una política pública.

Esta semana el Congreso reinicia sus sesiones, cosa que también tiene en apuros al Gobierno, puesto que sólo quedan 25 días hábiles en los que trabajarán los parlamentarios. Sumado esto al tiempo que perderán haciendo campaña para las próximas elecciones. No la tiene tan fácil el Ejecutivo. Deberá ser cuidadoso en sus planteamientos.

Por El Espectador

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