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Teodoro Petkoff

EL CATIRE, COMO LO CONOCEN EN Venezuela, no pudo recibir en Madrid el premio Ortega y Gasset como director del ahora semanario Tal Cual.

El Espectador
11 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.

Reconocido internacionalmente como un bastión de la democracia y de la izquierda latinoamericana, este luchador que parece sacado de una novela de García Márquez, tiene prohibido salir de su país por el régimen chavista. Estuvo representado en la ceremonia por el expresidente español Felipe González. Su vida es un ejemplo de coherencia y dignidad.
 
En sus palabras González definió al galardonado con un frase contundente: “Cada vez que opina Petkoff, tiembla Venezuela”. No le falta razón. Teodoro se ha convertido en un tábano permanente para el gobierno del país vecino, así como para aquellos sectores de la oposición que se apartan del juego democrático. Martillando al gobierno en su editorial de la primera página se convirtió en la conciencia de un gran número de venezolanos desde una postura democrática y de izquierda. De esta manera los manidos insultos de ‘pitiyanqui’, golpista, escuálido o agente del imperialismo, en su caso no tienen ningún tipo de asidero. Tal vez por este hecho es que desde el Palacio de Miraflores o la Asamblea Nacional se han enfilado las baterías del poder judicial, sumiso a los mandatos del ejecutivo, para quitarlo del medio. Y han estado a punto de lograrlo. Sin embargo, Petkoff, y el grupo de jóvenes periodistas que mantienen en alto la bandera de la libertad de expresión hablando “claro y raspao”, no dan su brazo a torcer.
 
Su vida personal ha sido un ejemplo de dignidad y perseverancia por la justicia social en Venezuela. Desde sus orígenes en el Zulia este hijo de inmigrantes creció viendo las graves desigualdades de un país paradójico que nadaba en petróleo y convivía con altos niveles de pobreza. A diferencia de la cúpula chavista que tanto lo detesta, él sí vivió la lucha guerrillera de los sesentas, entendió que la paz era el camino y luego de amnistiarse rompió con la ortodoxia comunista y creó el Movimiento al Socialismo, MAS. Es en esa época cuando su “pana” Gabriel García Márquez dona lo que recibió por el premio Rómulo Gallegos por Cien Años de Soledad, al naciente movimiento político. Desde entonces fue varias veces fallido candidato a la presidencia y terminó siendo ministro de Planificación en el segundo período de Rafael Caldera. Por esas cosas curiosas de la vida con el mismo presidente ante el cual había depuesto las armas cerca de 30 años atrás.
 
Desde el primer momento, junto a reconocidas figuras de la izquierda democrática como Pompeyo Márquez, Manuel Caballero y Américo Martín, fue opositor al gobierno de Hugo Chávez. Criticó de frente sus posturas militaristas, la concentración de poderes en manos del ejecutivo, la represión, la creciente inseguridad. En su libro Las dos izquierdas hizo una clara disección entre aquellos partidos que “modernizaron sus doctrinas y se alejaron del socialismo real, buscando profundizar la equidad social y la democracia” y aquellos radicales que actúan “mediante el personalismo, el autoritarismo y el control férreo de los poderes públicos, lo que la sitúa al borde de la democracia formal”. Ahí están los ejemplos, comenzando por su propio país. La historia le dio la razón.
 
Así como en 2002 Teodoro Petkoff denunció sin tapujos el golpe de estado contra Chávez, haciendo primar su condición de demócrata sobre su crítica al régimen, su lucha permanente a los 83 años es un ejemplo a seguir. Como dijo Felipe González en palabras que suscribimos: “Sus opiniones editoriales son dardos en TalCual, pero TalCual también se ahoga y las libertades de la izquierda crítica están tan en peligro como las libertades del pensamiento conservador o del pensamiento de centro”. La libertad es un valor fundamental que no tienen términos medios y que hay que defender a toda costa. 

Por El Espectador

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