Turquía en su laberinto

La imagen de Turquía de país moderno, que se había convertido en un muy importante referente de estabilidad en esa conflictiva región, ha sufrido un duro golpe.

El Espectador
12 de octubre de 2015 - 09:00 p. m.
AFP
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A dos semanas de unas decisivas elecciones generales, Turquía vivió el peor atentado de su historia. Cerca de 100 muertos y más de 200 heridos en una marcha por la paz, convocada por los partidos de oposición en Ankara, colocan al país en una gran encrucijada. Ante la incertidumbre sobre los responsables, presuntamente miembros del Estado Islámico, la acusaciones van y vienen entre el gobierno de derecha de Tayyip Erdogan, AKP, y los nacionalistas kurdos del HDP de Selahattin Demirtas. El daño está hecho.

Este repudiable hecho de sangre es el tercero, en los últimos cuatro meses, dentro de una serie de actos intimidatorios o de retaliación dirigidos contra los kurdos, minoría que busca reivindicar un Estados independiente a pesar de la férrea oposición del Gobierno. Lo cierto es que la imagen de país moderno, en fila para poder ingresar a la Unión Europea, que hace parte de la OTAN y que se había convertido en los últimos años en un muy importante referente de estabilidad en esa conflictiva región del mundo, ha sufrido un duro golpe tras la última explosión. No le va a ser fácil al presidente ni a su primer ministro, Ahmet Davutoglu, recuperar a corto o mediano plazo la fama de país estable y democrático.

Desde la llegada al poder de Erdogan, representando al islamismo moderado, el país logró tener una vocería propia y se ganó un espacio de representatividad regional. De esta manera se convirtió en árbitro en varios de los conflictos que han azotado la zona en los últimos años. La Primavera Árabe, la caída de Mubarak en Egipto, el triunfo de los Hermanos Musulmanes y el golpe del general Assisi, de Gadafi, en Libia; Siria, el Estado Islámico, Irak, Irán... es decir, un sinfín de complejos movimientos dentro del agitado tablero de ajedrez en el Medio Oriente. Dentro de ellos, Siria es por el momento su reto más grande. Aunque en un inicio se mantuvo reacio a participar activamente junto a Occidente en la lucha contra al Estado Islámico, a pesar de su rechazo a Bashar al-Asad y alguna simpatía por los yihadistas, terminó cediendo a las presiones de sus aliados.

Las consecuencias no se han hecho esperar. La semana pasada, aviones militares rusos, que operan como apoyo al ejército sirio de Al-Asad, violaron el espacio aéreo de Turquía, generando incidentes que han puesto a la OTAN en alerta. Mientras un creciente número de refugiados sirios cruzan la frontera en busca de asilo, la minoría kurda apoya a sus hermanos iraquíes y sirios contra el avance de los fanáticos islamistas que quieren crear a sangre y fuego su califato.

En medio de esta situación se preparaban las elecciones generales de comienzos de junio cuando una bomba causó cuatro muertos en Diyarbakir, la capital del Kurdistán turco. A pesar del miedo, el DHK de Demirtas logró superar la intimidación e impedir que el AKP de Erdogan se consolidase con un programa político hegemónico, forzando unas nuevas elecciones. La respuesta fue otro atentado en Suruc, en la misma región, dejando 33 muertos y la ruptura del alto al fuego entre el PKK, la guerrilla kurda y el Ejército.

En Turquía se señala al Gobierno de hacerse el de la vista gorda y permitir que estos atentados se lleven a cabo de manera impune, dado que golpean a sus rivales políticos, en especial a los militantes pro-kurdos. Demirtas ha denunciado que el Gobierno busca consolidar su propio “sultanato” y que, al señalar inicialmente al PKK o a partidos de extrema izquierda como los responsables de los atentados, logra meter miedo entre el electorado y podría recortar las garantías de los moderados.

Aunque todo indica que las intenciones electorales favorecen mayoritariamente al partido de Gobierno, es muy probable que los votantes se inclinen de nuevo por la opción del joven Selahattin Demirtas para que se convierta en un dique de contención. Sólo las urnas dirán cuál ha sido el impacto causado por los dos suicidas en Ankara.

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