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Un acuerdo histórico

O un error histórico. Aún es incierta la conclusión que podemos sacar de la ronda de conversaciones que la semana pasada, en Ginebra, dieron el grupo 5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China y Rusia, más Alemania) y la nación islámica de Irán, en la que acordaron algo que suena muy positivo: Irán limita su programa nuclear a cambio de que se suavicen las sanciones económicas que hoy la tienen hasta el cuello. Suena razonable.

El Espectador
25 de noviembre de 2013 - 11:00 p. m.

Por supuesto que un acuerdo pacífico es infinitamente más provechoso que una guerra sangrienta. Mucho más cuando, de acuerdo con la inteligencia israelí, ese país estaba a aproximadamente un año de tener un arma nuclear lista. Sin embargo, justamente por eso mismo es que los temores y la desconfianza surgen por parte de otros países: ¿Y si Irán está ganando tiempo y jugando con la buena fe de sus interlocutores? Ojalá no. No le conviene desde ningún punto de vista.

Es la primera vez en diez años —el tiempo en el que sabemos del programa nuclear iraní— que se logra un acuerdo parcial entre algunas de las partes interesadas. El acuerdo, parcial, sí, permite al menos el control internacional del desarrollo que ese país hace en materia de armas nucleares. Y esto ya es ganancia.

 De igual forma, y por lo pronto, se evita la guerra que tanto le pedía Israel a Estados Unidos: que fueran allá a destruir por completo el andamiaje industrial iraní, con todo lo que esto costaría no sólo en términos geopolíticos, sino de vidas humanas. La realidad eventual, hasta hace unas semanas, era la guerra, y ésta se ha evitado. Eso es relevante. Los más optimistas califican este hecho como lo más importante desde la caída del muro de Berlín. Tal vez exageran.

Lo cierto es que con esta jugada, también, Estados Unidos demuestra que aún tiene capacidad de manejo en el Oriente Medio, después de que fuera Rusia la que, hace un par de meses, se llevara los aplausos por intervenir y ser el mediador en el asunto de las armas químicas en Siria. Acá, en el caso de Irán, es la potencia del Norte, de nuevo, la que da un parte de esperanza.

¿Qué dicen los pesimistas, sin embargo? Israel, por ejemplo, que es de una línea dura, argumenta que esta es una jugada política de Irán para recuperar la economía, con el alivio de los embargos y las sanciones (podrán comerciar con el petróleo y volverán al juego regional) y luego traicionar a su interlocutor a través del no cumplimiento del compromiso de mitigar su programa nuclear. Arabia Saudita piensa de una forma muy parecida. La derecha republicana en Washington, Estados Unidos, tampoco ve con buenos ojos este pacto. Ya veremos si desde el Congreso de ese país el lobby hebreo (que allá es muy grande) da el aval o no para seguir aliviando de embargos a la nación de Oriente Medio.

Lo cierto es que Estados Unidos debe jugar bien este ajedrez político del que ha sido el promotor. A Irán ciertamente no le interesa ser más el enemigo de Occidente, ya que las sanciones económicas lo tenían acorralado y desesperado. Pero es cierto, también, que la veeduría sobre este proceso debe hacerse con la mayor precisión del caso. Del monitoreo y supervisión de lo que pasa dependerá el hecho de levantar más sanciones a la nación islámica y que se acabe, por fin, el terror de una amenaza nuclear. Las variables, por lo pronto, están del lado de la paz negociada.

Hay que tener cuidado, sin embargo, y por eso es que el optimismo debe ser moderado por el momento.

Por El Espectador

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