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Un episodio más de lo mismo

LA SEMANA PASADA FUE NOTICIA EL mensaje de Año Nuevo que el jefe máximo de las Farc, Alfonso Cano, les envío a sus copartidarios.

El Espectador
10 de enero de 2011 - 11:00 p. m.

En éste, y apoyándose en cifras de organismos estatales, presentó algunas ideas sensatas. Según Cano, hay que tratar con “seriedad” el proyecto de víctimas y, en especial, el proyecto de tierras, pues sólo regresando las parcelas a sus verdaderos dueños, “a colonos y campesinos”, “indígenas y negros”, se podrá “contribuir a la solución del conflicto”. Para esto, aseguró, se debe eliminar el latifundio que “crece como un cáncer”, y apoyado en datos del Instituto Agustín Codazzi recordó que el 61,2% de la superficie agrícola del país está en manos del 0,4% de los propietarios. Además, como cualquier economista contemporáneo agregó que “una ley de tierras moderna y con visión estratégica, sembradora de paz, deberá incluir inexorablemente ayudas económicas y tecnológicas, facilidades para el mercadeo, vías” y, como cualquier antropólogo, prosiguió: “y sobre todo armonizar lo cultural, lo social, en todos sus considerandos y prospecciones”. Finalmente, sin perder memoria histórica, recordó la responsabilidad de los partidos tradicionales en la iniciación del conflicto armado y en esa media del Estado.

Sin embargo, todo lo sensato y coherente de su presentación, se quebró, como siempre se quiebra: “en 2011 redoblaremos actividades en todo sentido”. Y así fue: una menor y tres militares murieron el pasado viernes luego de que las Farc intentaran tomarse la estación de Policía en San Vicente del Caguán. Sin embargo, ni el atentado ni el mensaje causan ya terror. Se trata sólo del tedio extendido de un grupo que habla sobre el futuro de un país que sólo sabe destruir. Tiene razón el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, cuando dijo tajante: “esto no es nada nuevo”. Y razón tiene también al asegurar que “no podemos bajar la guardia”, pues mientras en España la Eta anuncia “un alto al fuego permanente y de carácter general, que puede ser verificado por la comunidad internacional”, las Farc continúan asesinando. Se patentiza, por ello, el cinismo de su máximo jefe cuando afirma: “no cesaremos un solo instante de luchar por la solución política del conflicto”, algo que todos los colombianos queremos pero que las Farc se niega a ofrecer. 

Hizo igualmente bien el vicepresidente Angelino Garzón al llamar a los colombianos a consolidar su derecho legítimo a vivir tranquilos y pacíficamente. Llamado de especial relevancia en el contexto de las liberaciones a cuentagotas de las Farc, en donde después de tanta escenificación mediática, parece como si la guerrilla estuviera haciendo un favor al devolverles la libertad a los secuestrados. En este sentido debería haber también un llamado especial a nosotros los medios de comunicación para asumir un rol distinto a la hora de transmitir las liberaciones: menos amarillismo, menos marketing y más respeto por los secuestrados, como bien lo pide la carta “Liberaciones sin show” que circula por las redes sociales. Y, bueno, también menos espacio. Es claro que la guerrilla utiliza las liberaciones para figurar a nivel nacional, por eso hay que informar sin ocultar, pero saber informar.

Es nuestra responsabilidad no seguirles el juego, como es responsabilidad de la sociedad seguir criticando sus acciones, de forma que quede claro que ellos no representan al pueblo. La deslegitimación continua, sumada a la acción del Estado, es la que ha obligado a varios grupos insurgentes a desmovilizarse y es lo que parece estar teniendo efecto sobre la Eta. Aunque los españoles parecen estar inconformes con el mensaje, el cese al fuego es un gran paso y es a lo que le debemos apostar. Ya han sido demasiados episodios de una violencia brutal y sin propósito. La forma de cambiar el país es la educación y la política, no las armas. ¿Cuánto más tendremos que esperar?



 

Por El Espectador

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