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Un paso histórico

BARACK OBAMA Y EL PRESIDENTE de Irán, Hasan Rohaní, apostaron duro cuando aceptaron una negociación incierta que buscaba limitar la capacidad nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones de la ONU contra Teherán.

El Espectador
04 de abril de 2015 - 03:00 a. m.

Una primera ronda de negociaciones concluyó satisfactoriamente con un marco de acuerdo que deberá ser perfeccionado de aquí a junio. Sin embargo, ambos gobiernos tendrán que lidiar no solo con sus oposiciones internas, sino con las externas.

Tras el esperanzador resultado de las intensas negociaciones en Lausana, Suiza, si las cosas siguen encarrilladas como hasta ahora, a partir del segundo semestre de este año el tablero del ajedrez político podría verse modificado en el Medio Oriente y con repercusiones mundiales. Irán, que desde 2002 venía desarrollando un programa nuclear secreto terminó aceptando el pragmatismo de la negociación ante las graves consecuencias internas de las sanciones impuestas por la ONU en 2006. En esta ronda Teherán aceptó llevar a cabo una reducción del 75% en su capacidad de enriquecimiento de material nuclear y su uso para fines civiles. Sus reservas de uranio enriquecido disminuirán de 10.000 kilos a 300 en 15 años. Obama no dudó en afirmar que esta es “la mejor forma de impedir que Irán construya una bomba nuclear (…)”. La verificación será permanente y si en seis meses se cumple con la meta trazada se levantarán definitivamente las sanciones.

La noticia fue celebrada con gran júbilo en las calles de Teherán. No podía ser de otra manera. A pesar del escepticismo de los sectores radicales el proceso parece irreversible pues la imposición de las sanciones económicas trajo un costo muy alto en materia de inflación, desabastecimiento y el aislamiento internacional que colocó al país en condición de paria. Irán podrá entonces volver por sus fueros como potencia regional pero no como lo esperaban los anteriores gobiernos, es decir sobre la base de su poderío nuclear, sino por su importancia económica derivada del petróleo y la influencia de su credo religioso. Y eso es lo que tiene muy nerviosos a tan disímiles aliados de Washington, comenzando por Israel y Arabia Saudita.

Benjamín Netanyahu, reelecto con un discurso nacionalista radical y opuesto a Obama por las negociaciones con Irán, dice que este proceso es una jugada de Teherán que terminará construyendo el arma nuclear, la cual, dicho sea de paso, también posee Israel. Además, que dado que Irán desconoce la existencia del Estado Judío el levantamiento del embargo dará vía libre a su aniquilación. Por este motivo, Netanyahu exige que en el acuerdo final los iraníes reconozcan a Israel. Mientras tanto, por el lado árabe, el temor está vinculado a que un Irán chií fortalecido ponga en calzas prietas a los regímenes del Golfo que profesan la fe Suní. De esta manera las repercusiones del acuerdo final se harán sentir en los conflictos de Siria, Irak, Yemen y, por supuesto, Israel y Palestina. Obama ha tratado de calmar las aguas en conversaciones telefónicas con el Rey Salman de Arabia Saudita y con Netanyahu. Además hará una pronta reunión en Camp David con varios de los emiratos del Golfo Pérsico.

La otra tarea será a nivel interno. Obama tendrá que negociar con un congreso mayoritariamente republicano, que ha anunciado su oposición a cualquier tipo de acuerdo con Irán para el levantamiento de sanciones. La negociación no será fácil pero la Casa Blanca se va a jugar a fondo para sacarla adelante. Algo similar le espera a Rohaní frente al Ayatola Alí Jamenei y su línea dura. Lo cierto es que lo alcanzado en Lausana en una excelente noticia para el mundo y se espera que en los próximos meses se llegue al acuerdo histórico que permita pasar la página en este espinoso tema.

 

Por El Espectador

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