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Un presidente estadounidense en Cuba

Primero, cerrar económicamente a la isla no funcionó y, en cambio, sí empeoró la situación de sus habitantes. Si se negocia con China, un país políticamente similar a Cuba, ¿por qué no hacerlo con el régimen de los Castro? Segundo, en efecto Obama renunció a imponer la apertura democrática por la fuerza. La esperanza, en el fondo, es que el bienestar económico empodere a la ciudadanía. Habrá que ver lo que suceda.

El Espectador
21 de marzo de 2016 - 08:07 p. m.
La visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a Cuba, refleja un cambio monumental en la política exterior de ese país, y sus efectos se sienten en el mundo entero. / EFE
La visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a Cuba, refleja un cambio monumental en la política exterior de ese país, y sus efectos se sienten en el mundo entero. / EFE

Después de 88 años un presidente de Estados Unidos volvió a Cuba y, con él, un mundo cansado de los radicalismos políticos y mucho más complejo en sus relaciones entre los Estados. El apretón de manos entre Raúl Castro y Barack Obama es un mensaje para el mundo entero: se puede —y debe— hablar a pesar de las diferencias. Todo por un bien común.

Son varias las consideraciones que amerita este viaje. Primero, en lo que respecta a Colombia, el presidente Obama en su discurso de ayer insistió en que tiene esperanzas en el proceso de paz. Lo propio, esperamos, hará el secretario de Estado John Kerry en sus reuniones con las Farc y los delegados del Gobierno colombiano. No es un respaldo menor: en el entierro formal —por fin— de la Guerra Fría, la invitación es a terminar otro conflicto que es lastre de un mundo distinto que ya no sigue siendo viable. Desde este espacio reiteramos el apoyo a seguir negociando para también tener algo que celebrar en nuestro país.

Dicho lo anterior, el aterrizaje de Obama demuestra varias cosas. Primero, que el régimen castrista, que ha tenido que sacar las garras en estos días para calmar a los manifestantes que aprovecharon los reflectores de los medios para mostrar que poco ha cambiado en lo político, necesita un salvavidas financiero. Bienvenida, entonces, la apertura económica que, cuando menos, traerá un poco más de bienestar a los ciudadanos.

Segundo, que la Doctrina Obama demuestra una visión del mundo cansada del garrote (aunque consciente de su utilidad ocasional) y más dada al diálogo. Ojalá quien lo suceda en la Casa Blanca siga por esa misma línea. No deja de ser esperanzador oír a un líder de Estados Unidos decir que el pueblo cubano es soberano y capaz de tomar sus propias decisiones. En ese sentido, preocupan las elecciones a la Presidencia, donde Ted Cruz y Donald Trump han demostrado una oposición rotunda a este acercamiento. Hillary Clinton, por su parte, ha dicho que apoya la apertura en Cuba, pero su historia la muestra más cercana a un rol más intervencionista de la potencia del norte.

Tercero, que en algo tienen razón los críticos de Obama en Estados Unidos: los Castro siguen siendo una dictadura. Pero, ante esto, dos ideas. Primero, cerrar económicamente a la isla no funcionó y, en cambio, sí empeoró la situación de sus habitantes. Si se negocia con China, un país políticamente similar a Cuba, ¿por qué no hacerlo con el régimen de los Castro? Segundo, en efecto Obama renunció a imponer la apertura democrática por la fuerza. La esperanza, en el fondo, es que el bienestar económico empodere a la ciudadanía. Habrá que ver lo que suceda.

Finalmente, este puede ser el principio de un acercamiento entre Estados Unidos y Venezuela. Pese a su retórica agresiva contra el “imperio”, Nicolás Maduro estuvo recientemente reunido con los Castro. Con Cuba como un intermediario reconocido por las dos partes, y con un Obama más preocupado por su legado y el camino diplomático, es probable que pronto se produzcan noticias en ese frente.

Aunque en su lucha de drones ha demostrado la política tradicional de Estados Unidos, actos como el visto en Cuba demuestra lo bien que le hace al mundo que el presidente estadounidense entienda que hablando también se entienden los países. Ya era hora.

 

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Por El Espectador

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