Una legislatura entre lo urgente y lo importante

El Espectador
20 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
El llamado a los congresistas en esta nueva legislatura es a que den prioridad al largo plazo y al bienestar de Colombia, por encima de los cantos de sirena del populismo. / Foto: Archivo El Espectador
El llamado a los congresistas en esta nueva legislatura es a que den prioridad al largo plazo y al bienestar de Colombia, por encima de los cantos de sirena del populismo. / Foto: Archivo El Espectador

Arranca hoy la nueva legislatura de un Congreso con muchas deudas y con la mente puesta en otra parte. Si bien es seguro que la campaña electoral, que además se promete larga y sucia, va a capturar las fuerzas de los parlamentarios mientras luchan por su vida política, es fundamental que no olviden que tienen muchos pendientes a los cuales no se les puede dar espera. El llamado es a que den prioridad al largo plazo y al bienestar de Colombia, por encima de los cantos de sirena del populismo que irán incrementando su intensidad con el paso de los meses.

El balance de la última legislatura fue preocupante. Pese a tener sobre la mesa varios de los proyectos esenciales para la implementación del Acuerdo de La Habana, necesarios para garantizar el correcto tránsito a la vida civil de los guerrilleros de las Farc y crear las condiciones para que no vuelvan a caer en la ilegalidad, muchos fueron aplazados y otros enfrentaron una oposición cada vez más creciente. Lo angustioso es que las posiciones de muchos de los parlamentarios no parecían responder a reparos sinceros a lo pactado, sino a cálculos políticos de quien sabe que pronto tendrá que salir a buscar votos en un país hostil a los acuerdos de paz. Esa dinámica no puede continuar.

Por supuesto que es natural, e incluso necesario, que los parlamentarios expresen sus diferencias con los puntos propuestos por el Gobierno. Sin embargo, la gran coalición de partidos a favor de la paz expresó desde el principio su compromiso a no sabotear lo pactado, entendiendo que el espacio para modificar el acuerdo es muy reducido y que un incumplimiento tendría consecuencias catastróficas para el país y para la confianza de los ciudadanos (no sólo los guerrilleros en proceso de desmovilización) con el Estado. Si Colombia, como nación, no cumple sus promesas, ¿con qué cara vamos a conseguir que otros procesos, como el del Eln, triunfen, trayéndoles un beneficio a todos los colombianos?

Es difícil, porque la oposición a los acuerdos, encabezada por el Centro Democrático, sigue radicalizando su discurso. La frase de “hacer trizas los acuerdos” ha sido repetida, con otras palabras, por los múltiples candidatos de ese partido, que aprovechan la indignación y el descontento para cultivar su caudal electoral. No obstante, aunque defender la paz sea un reto complejo, es lo más importante para el futuro de Colombia.

Ya hemos visto los réditos inmediatos de la dejación de armas de las Farc. Ahora la pelota está en la cancha de la institucionalidad, que tiene la oportunidad de aprobar reformas que no sólo le den estabilidad a lo pactado, sino que empiecen a atacar las raíces de la violencia en el país. Esa es la responsabilidad que recae sobre la presente legislatura.

Si los parlamentarios, en cambio, optan por capitalizar que el Gobierno cada vez está más débil, para venderse como los de la “mano dura”, lo que ocurrirá es que se seguirán posponiendo las leyes más importantes para que Colombia tenga las herramientas necesarias para un posconflicto sólido. El país necesita acción, no debates plagados de retórica efectista pero vacía.

Congresistas: en pleno año electoral, no se dejen llevar por la urgencia de capturar votos, recuerden que los colombianos los eligieron para liderar cambios importantes para el país entero.

 

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Por El Espectador

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