Venezuela hizo historia

El Espectador
18 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
El Gobierno de Nicolás Maduro tiene que aceptar que hace rato perdió la calle y el favor de la mayoría de los ciudadanos. / Foto: AFP
El Gobierno de Nicolás Maduro tiene que aceptar que hace rato perdió la calle y el favor de la mayoría de los ciudadanos. / Foto: AFP

Los venezolanos dieron el domingo anterior una nueva y contundente muestra de rechazo al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Más de siete millones de personas votaron de manera pacífica, con respeto al Estado de derecho y, por consiguiente, dentro del marco de la ley, en un plebiscito sui generis. Casi el ciento por ciento de los participantes le dijeron a Nicolás Maduro que no están dispuestos a aceptar la arbitraria imposición de una asamblea nacional constituyente. Este mensaje debería forzar al Gobierno a atender de inmediato las demandas de la oposición.

Luego de esta aplastante muestra de civismo y sano ejercicio de la democracia, la dirigencia opositora anunció la convocatoria a un paro nacional este jueves. La saturación de los venezolanos, sin distingo político, clase social o creencias religiosas, sobrepasó hace rato los niveles máximos de tolerancia. Las gigantescas protestas callejeras a lo largo y ancho del país han congregado a todos aquellos que se sienten hastiados de una realidad asfixiante que empeora con el paso de las horas. Las 100 muertes en estos tres meses, los cientos de detenciones y los miles de heridos a manos de las fuerzas represivas del oficialismo, así como de los grupos de sicarios llamados colectivos, no lograron el objetivo de doblegar a los opositores con el uso indiscriminado de la fuerza.

A los organizadores les corresponde evaluar, con detenimiento, el resultado de este importante ejercicio que, más allá de sus consecuencias jurídicas, tiene un clarísimo impacto político. No sólo dentro del país, sino hacia afuera. La comunidad internacional, a pesar de actuaciones individuales o dentro de la OEA de un importante grupo de países de la región, no ha podido actuar de manera más directa frente al desangre que se vive en Venezuela. Un grupo de pequeños países del Caribe, manipulados por Caracas y apoyados por otros países del Alba, ha bloqueado los intentos del organismo regional, a pesar del esfuerzo titánico que ha adelantado su secretario general, Luis Almagro.

De allí que la dirigencia opositora haya diseñado y puesto en práctica una estrategia constitucional destinada a plantarse, mediante los votos, frente a la última arbitrariedad del madurismo, es decir la constituyente. Figuras importantes del chavismo, como la fiscal, Luisa Ortega Díaz, y algunos miembros de su bancada en la Asamblea Nacional, decidieron aunar fuerzas con la Mesa de Unidad Democrática (MUD) para lograr que el plebiscito de ayer se constituyera en un éxito sin precedentes.

El Gobierno, por su parte, tiene que aceptar que hace rato perdió la calle y el favor de la mayoría de los ciudadanos. Que el uso de la violencia ha tenido el efecto contrario en los miles de personas que se han manifestado mayoritariamente de manera pacífica. Que acudir a recursos ilegales de última hora, como convocar a la constituyente para acabar de desaparecer a la actual Asamblea Nacional, que le es adversa, ha hecho crecer el nivel de animadversión y rechazo dentro y fuera del país. Lo cierto es que la permanencia del régimen en el poder sólo se sustenta en unas Fuerzas Armadas que no han terminado de definir su papel de fiel de la balanza en esta difícil encrucijada. A pesar de que la cúpula militar ha jurado lealtad a Maduro, también es cierto que el ministro de Defensa ha sido crítico de la forma salvaje en que han actuado las autoridades represoras y la impunidad con la que operan los colectivos.

De allí que este debería ser el momento en el cual Nicolás Maduro acepte, con realismo político, que su juego fracasó. Urge la inmediata presentación de un calendario electoral que cuente con supervisión internacional, así como la liberación de todos los presos políticos, devolver las garantías plenas a la Asamblea Nacional y sepultar la constituyente. Es lo único que puede salvar al país vecino de la muy grave situación que atraviesa.

 

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