Wikileaks, Rusia y la elección en Estados Unidos

¿No han cumplido ningún valor público los correos publicados por Wikileaks? ¿Debería el periodismo estar sometido a consideraciones de conveniencia electoral?

El Espectador
04 de noviembre de 2016 - 08:22 p. m.
Para nosotros es evidente, entonces, que la publicación de los correos electrónicos cumple un fin público y ayuda a educar al electorado.
Para nosotros es evidente, entonces, que la publicación de los correos electrónicos cumple un fin público y ayuda a educar al electorado.

Ahora que el mundo aguanta su respiración esperando que el próximo martes 8 de noviembre el electorado de Estados Unidos tome una decisión con impacto global, y que el cansancio de una campaña sucia y angustiante ha demostrado lo desgastadas que están las instituciones en los países democráticos, no queremos dejar pasar uno de los puntos más álgidos que tienen implicaciones periodísticas: el rol de Wikileaks en la elección presidencial.

La página web liderada por Julian Assange ha estado desde hace años en el ojo del huracán por crear una plataforma para la difusión de filtraciones de material confidencial de manera segura. Además de la incomodidad que esto genera en los gobiernos que se han visto expuestos ante el mundo por Wikileaks, muchas de las críticas que ha recibido esta plataforma se centran en que la publicación indiscriminada de información pone en riesgo la vida de personas. Sin embargo, durante la contienda electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump surgió una nueva narrativa sobre Assange y su equipo: que son instrumentos de Rusia para intervenir a favor de Trump en la campaña presidencial de Estados Unidos.

El motivo para proponer dicha interpretación es claro. Desde hace meses, Wikileaks lleva publicando cerca de 30.000 correos electrónicos relacionados con la campaña de Hillary Clinton y con la operación del Partido Demócrata en las elecciones. Según la campaña Clinton, fuentes de inteligencia han confirmado que las filtraciones se deben a hackers del gobierno ruso con interés en alterar la balanza electoral, aunque Assange ha salido a desmentir que su fuente tenga alguna relación con Rusia. No obstante, caben las preguntas: ¿No han cumplido ningún valor público los correos publicados por Wikileaks? ¿Debería el periodismo estar sometido a consideraciones de conveniencia electoral?

La campaña Clinton ha adoptado una posición lamentable de no referirse a ninguna pregunta relacionada con los correos electrónicos, justificándose en su presunta procedencia, pero nunca cuestionando su veracidad. Por eso, lo allí contenido ha tenido consecuencias prácticas, como la renuncia de Debbie Wasserman, entonces presidenta del Comité Nacional Demócrata, al quedar en evidencia que tomó medidas para favorecer la candidatura de Clinton sobre la de Bernie Sanders en las primarias de su partido. Donna Brazile, quien la reemplazó de manera interina, fue despedida de CNN cuando uno de los correos reveló que le había filtrado de manera anticipada a Clinton unas preguntas del debate presidencial que organizaba esa cadena.

Tal vez más importante aún, los correos han llenado vacíos de la personalidad de Clinton que su campaña hermética y controlada hasta el más mínimo detalle no había querido mostrar. Los discursos que dio en Wall Street, por ejemplo, que habían sido exigidos por Sanders durante las primarias y que fueron publicados por Wikileaks, mostraron a una política pragmática que en recintos cerrados habla de la importancia de tener una posición en público y otra en privado. Los correos sobre la financiación de la Fundación Clinton también han permitido entender cómo funciona esa compleja relación entre el poder y los donantes.

Para nosotros es evidente, entonces, que la publicación de los correos electrónicos cumple un fin público y ayuda a educar al electorado. Si el contenido ayuda a consolidar una narrativa de Clinton como una política corrupta y, por ende, favorece la candidatura de Trump, no es culpa de que se divulgue la información, sino de lo escrito en los correos y de la indisposción de la campaña demócrata para contestar las respuestas difíciles. Incluso si Rusia está detrás de la filtración, mientras no haya manipulación del contenido, la transparencia en la divulgación cumple un fin noble, especialmente si incomoda a los poderosos. Si Trump llega a triunfar, no será por culpa del mensajero.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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