¿Y la salud mental de los migrantes?

A las deficiencias en el tratamiento de la salud mental que ya tiene el sistema colombiano se está sumando una bomba de tiempo a la que poca atención se le está prestando: los migrantes venezolanos que llegan al país. Un especial de investigación de El Espectador publicado recientemente invita a prender las alarmas en un tema a menudo ignorado y condenado al prejuicio.

El Espectador
07 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

La migración forzada produce nefastos estragos en la salud mental. Colombia lo sabe muy bien tras años de desplazamientos y un conflicto armado que ha dejado millones de víctimas. Ahora que a diario emigran cerca de 5.000 venezolanos de su país, muchos de ellos con destino a Colombia, es necesaria la pregunta: ¿los programas de atención están teniendo en cuenta la salud mental?

Hace poco, en Cúcuta se conoció un caso terrible. Un niño de nueve años que había abandonado Venezuela junto con su mamá se quitó la vida. Como él, son muchos los menores de edad que se están enfrentando a la dura realidad de la migración. Según un estudio realizado en España, los menores tienen cinco veces más posibilidades de sufrir una enfermedad mental que quienes no han tenido que abandonar su país.

En Colombia hay por lo menos 100.000 menores de edad que son migrantes venezolanos. Además del trauma del desplazamiento y el cambio de país, se están enfrentando a la difícil asimilación en los colegios y la sociedad. Los resultados sobre su salud mental son preocupantes.

Algo similar ocurre entre los adultos. El choque por el cambio de país se une al hecho de que en Colombia todavía no sabemos cómo recibir a los migrantes de la mejor manera. Como le contó Alexander Sánchez a El Espectador, “la xenofobia le quita a uno el ánimo de seguir adelante. Hay mucha gente que lo ayuda a uno y ahí uno siente fuerza, pero hay otros que lo rechazan”.

Las tensiones sociales que se han visto recientemente, y que pueden acentuarse en época electoral mediante los discursos oportunistas de los políticos, están teniendo efectos en los migrantes. Colombia le está fallando al reto histórico de mostrar solidaridad en un momento de crisis.

¿Qué podemos hacer? Primero, entender que el problema existe. La sanidad pública debe incorporar la pregunta por la salud mental y cualquier proceso de asimilación, adelantado por el Estado colombiano o por las organizaciones de la sociedad civil, debe tener en cuenta ese factor.

Segundo, tenemos que aprender a vencer el rechazo al migrante. Hablando con El Espectador, el psiquiatra Hernando Santamaría contó algo preocupante: “Cuando uno les pone a los colombianos una imagen de la escala evolutiva, desde el mono hasta el hombre, y se les dice que digan dónde están los venezolanos, los ponen un punto antes, donde están los neandertales, una sorpresa. Puede ser un chiste, una forma de protestar, pero eso se asocia con poca empatía hacia el otro”.

Esto es un llamado a redoblar los esfuerzos para combatir los discursos deshumanizantes contra los venezolanos. También para que se adelanten más eventos de asimilación en todos los espacios sociales: el colegio, los barrios, las empresas. La realidad de la migración no va a desaparecer y si la seguimos tratando como hasta ahora, la situación seguirá empeorando.

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