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¿Y si hicieran una campaña limpia?

Todos ganaríamos con una campaña presidencial limpia: los medios de comunicación, porque podríamos dedicarnos a registrar y analizar las propuestas hechas por los candidatos y los debates a los que asistieran, en vez de dedicarnos a informar sobre la controversia de turno.

El Espectador
11 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.

Los electores, porque de esta forma podrían contar con más y mejores herramientas para elegir —y luego controlar— a sus gobernantes. Y los mismos candidatos, porque podrían dedicarse a dar a conocer sus programas de gobierno en vez de perder tiempo defendiéndose de las denuncias en su contra y respondiendo con señalamientos similares.

Con una campaña sucia nadie gana. Es bueno para la democracia que sea elegido presidente aquel con las mejores propuestas y no aquel con las menores controversias. Que a los electores no les quede el sinsabor de haber escogido al menos malo de los malos.

Por eso, desde estas páginas, aunque suene ingenuo e inaplicable, hacemos una invitación para que en lo que queda de contienda los candidatos se dediquen un poco más a dar a conocer sus propuestas y un poco menos a sacarse los trapitos al sol y enfrascarse en interminables rifirrafes que hacen que por momentos se olvide que estamos en una campaña presidencial en la que se va a definir el futuro político de millones de colombianos.

Eso no significa que haya que hacer la vista gorda ante casos tan bochornosos como los que salpican hoy al exasesor y publicista J. J. Rendón., al exconsejero presidencial Germán Chica o al exasesor de la campaña de Óscar Iván Zuluaga Luis Alfonso Hoyos. Tampoco significa que haya que dejar de denunciar ante las autoridades encargadas de esclarecer estos hechos y tomar medidas. Función que —valga decirlo— no corresponde a los medios de comunicación. Pero —por favor— que estas denuncias no lleven la batuta de una campaña en la que deben primar las ideas y que las campañas no traten de poner a la Fiscalía, a la Procuraduría o a la Contraloría a jugar como si fueran parte de una u otra campaña.

No es tan difícil. Las oportunidades han estado ahí. El Espectador —al igual que otros muchos medios de comunicación, centros académicos y ONG— hemos organizado varios debates en los que los candidatos han tenido un espacio propicio para dar a conocer sus propuestas. Que algunos no los hayan aprovechado es otra cosa. De nuevo: todavía hay tiempo para que esta campaña no pase a la historia por cuenta del juego sucio, sino de los programas necesarios para un país que sueña con el posconflicto. Fortalecer la democracia no va únicamente en hacer la paz, sino también en preservar las instituciones y el ejercicio democrático por encima del rumor. Mal ejemplo llevar la contienda de esta forma.

Pero el llamado no es exclusivamente a los candidatos. También los electores tienen una enorme responsabilidad que no es momento de eludir. En Colombia se cae mucho en el error —casi esquizofrénico— de elegir a alguien sin informarse para luego decir que el elegido mintió. En los electores está cambiar lo que consideren que está mal, pero, para hacerlo, hay que ejercer el voto de forma responsable e informada. Es indispensable que los ciudadanos asuman con mayor responsabilidad la importancia que conlleva el sufragio. Que los electores no se dejen llevar por la coyuntura, sino que analicen, estudien y cuestionen los programas de gobierno de sus candidatos. Hacer lo contrario es como tomarse un medicamento sin leer las contraindicaciones y luego quejarse de los efectos secundarios.

 

Por El Espectador

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