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El Acueducto y las basuras

Salomón Kalmanovitz
25 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

La empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá tenía otorgados en concesión los procesos de atención al cliente, conexión de usuarios al acueducto y alcantarillado, distribución de agua potable, medición del consumo, facturación y gestión de cartera, a tres empresas: EPM Bogotá Aguas E.S.P., Aguas Kapital S.A. E.S.P. y Aguazul Bogotá. Aguas Kapital era del grupo Nule y su contrato fue cancelado unilateralmente en 2010, por lo que se le indemnizó con $29.300 millones para entregárselo a Técnicas y Gestión del Agua.

Los trabajadores del sindicato no hacen mayor cosa, mientras que los que hacen el trabajo son de salario mínimo y frecuentemente subcontratados por “cooperativas”. Se descubre desidia y grandes demoras en las obras que hace el Acueducto por la ciudad, en especial que dejan los escombros esperando a que alguna remota dependencia los recoja.

Se trata entonces de una empresa con serios problemas de gestión: un sindicato muy poderoso, una administración politizada carente de trasparencia, unos concesionarios interesados en maximizar sus propios ingresos y no los de la empresa, unas tarifas altas que debieran generar una gran rentabilidad pero que no tiene que entregar un solo centavo al Distrito Capital. Hay evidencia de mucha corrupción en sus manejos.

La situación de monopolio natural permite la generación de un gran excedente que les ha servido de garantía para endeudarse en pesos. La empresa ha sido juiciosa con su deuda y su contratación la ha obligado a publicar sus balances, obteniendo una calificación triple A. Pero los usuarios y las finanzas del Distrito han salido damnificados. En 2011 obtuvo una utilidad neta de $175.000 millones, que es sólo el 3,6% del patrimonio.

Es claro entonces que el Acueducto en estos momentos no está en posición de emprender la recolección de basuras en la capital. Produce preocupación entre muchos ciudadanos, en el Concejo de la ciudad y en el Gobierno Nacional la posibilidad de un traumatismo en la recolección de las basuras que amenace la salud pública en la capital. En vez de tranquilizar los espíritus, el Alcalde y el Gobierno Nacional se han enfrascado en una pugna abierta que no hace más que aumentar las preocupaciones de los ciudadanos.

Hay empresas públicas que está bien organizadas, cuentan con gobiernos corporativos independientes de la política, sociedades anónimas con algo de capital privado o están asociadas con multinacionales que hacen su tarea eficientemente y con tarifas moderadas. Incluso una de ellas, las Empresas Públicas de Medellín, es concesionaria de una de las zonas del Acueducto de Bogotá. Todas ellas deben estar sometidas a una estricta regulación que introduzca tarifas que repliquen las que surgirían de un esquema de competencia. No hay libre competencia posible en un sistema cuasimonopólico de prestación de servicios públicos, en el que los operadores capturen las agencias regulatorias o financien a los políticos.

Espero que el buen juicio predomine y que el Distrito adjudique temporalmente, en un marco bien regulado, la recolección de basuras a los entes privados mejor comportados. Se puede ir adelantando una honda reestructuración que transforme el Acueducto en una empresa eficiente, bien gobernada, que cobre tarifas justas, que recoja las basuras y que le entregue a la ciudad cada año unas utilidades que no deben ser inferiores al medio billón de pesos. Hacerlo improvisadamente puede salir costoso para todos y no ser sostenible, pasada la administración Petro.

 

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