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El año de los nacionalismos II: Guerra civil y referendo

Santiago Villa
07 de enero de 2013 - 11:00 p. m.

Durante el 2012, en cada continente hubo situaciones que escenifican los atributos contradictorios del nacionalismo.

En el siglo XXI se han creado cuatro países nuevos: Timor Oriental, Montenegro, Kosovo y Sudán del Sur. Las naciones que componen estos países fueron víctimas de genocidios y violencia en masa generados por el Estado central del que se independizaron, y en todos se realizó un referendo en el que ganó el “SÍ”.

 

El 31 de octubre del 2012, Francesc Homs, el portavoz del Govern catalán, remitió a un concepto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 2010, que decía que la declaración unilateral de independencia de Kosovo no violaba el derecho internacional. Esto lo hizo para fortalecer una propuesta que su gobierno quiere materializar en el 2013: un referendo de independencia que legitime un Estado catalán soberano. La propuesta y la comparación son absurdas por una razón jurídica, otra económica y finalmente una histórica. La posición del Govern catalán delata un nacionalismo populista que sacrifica al sentido común sobre el altar de las emociones.

 

Primero, el actual Govern invoca el concepto que emitió la CIJ sobre la independencia de Kosovo, pero ignora que éste tenía como base una Resolución de la Onu de 1999 (la 1244), que ya abría las puertas hacia la autodeterminación y que amparaba a un pueblo víctima del genocidio serbio.

 

Si Cataluña quiere un referendo a favor de su independencia siguiendo las reglas de juego, primero tendría que haber un referendo en toda España que abriera las puertas para este tipo de decisiones desde las regiones autónomas. Es lo que llaman en España los “referendos de decisión”. De lo contrario, la independencia tendría que ir en contra de la Constitución de España, y probablemente en contra de la Corte Internacional de Justicia (y por ende también de la Onu).

 

Segundo, si bien la crisis económica de España ha exacerbado el deseo de independencia catalana, también lo hace más auto-destructivo que nunca. España se hundiría sin el apoyo financiero de la Unión Europea y de la “troika” (el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea). El nuevo Estado catalán iniciaría sin el apoyo de estas instituciones, sin el euro como moneda, y con la misma deuda externa que tiene hoy (unos 42.000 millones de euros). Esto la obliga a dar los primeros pasos en la comunidad internacional con un cese de pagos, con una moneda devaluada a un valor más bajo que el del papel en el que se imprima, y sin posibilidad de acceder a los mercados de deuda.

 

Por último, aunque es comprensible la indignación histórica de los nacionalistas catalanes por los vejámenes cometidos contra Cataluña desde Isabel la Católica hasta Francisco Franco, han pasado más de cuarenta años desde que España ejerció la violencia contra esta región. El contexto europeo hace poco probable que vuelva a presentarse (al menos en el futuro previsible, si es que tal cosa existe) una situación de belicosidad entre Cataluña y el Estado central español. Europa tiende a eliminar sus fronteras, sería absurdo que Cataluña pretendiera crear nuevas en el seno mismo de la UE.

 

Donde sí se ha generado una situación de nacionalismo explosivo, que podría convertirse en la siguiente intervención armada de la Onu, es en Mali. En este país sahariano, que tiene además algunos de los monumentos arqueológicos más importantes del mundo, se produjo un golpe de Estado que concluyó el 6 de abril del 2012, con la declaración unilateral de independencia de Azawad. La región compone casi el 40% de Mali hacia el norte, donde están varias de sus ciudades más importantes, como Goa y Tombuctú.

 

El movimiento estuvo liderado por los tuareg: bereberes con una identidad nacionalista que consideran oprimida por el gobierno central de Mali (así como el de Niger). No es su primera rebelión, ya se habían dado otras dos; una en la década de los sesenta y otra en la década de los noventa, que fueron reprimidas por el ejército de Mali. Ésta fue exitosa en parte por las sofisticadas armas que lograron obtener gracias al caos en Libia, y por el apoyo de una alianza que, al final, resultó ser fatal.

 

Grupos jihadistas de islamismo extremo, como Ansar al-Din y Jamat Tawhid Wal Jihad Fi Garbi Afriqqiya, facilitaron la labor insurgente del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA). Sin embargo, una vez el MNLA declaró la independencia de Azawad, los grupos islámicos atacaron a los nacionalistas tuareg y asumieron el control de Goa y Tombuctú. El resultado es que Mali se ha convertido en el Afganistán del África.

 

El 2013 verá la conclusión de uno de los dramas políticos más complejos del norte de África y la probable frustración de una absurda promesa de referendo en Cataluña. Lo más seguro es que ninguna de estas dos historias desemboque en el quinto país del siglo XXI.  

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