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El azaroso posconflicto

Hernán González Rodríguez
15 de mayo de 2015 - 01:13 a. m.

Destacados comentaristas del proceso de paz de La Habana señalan que el presidente Santos nunca ha definido con claridad las implicaciones y las consecuencias para el país de su alardeado posconflicto, en el cual ya se censuran las concesiones exageradas para los cabecillas de la guerrilla, la desprotección y las arbitrariedades contra millones de colombianos indefensos.

Ni el presidente, ni nadie en La Habana se han preocupado por explicar el alcance de los 10 objetivos de las negociaciones presentados por “Iván Márquez” el 25 de mayo de 2014. Por ejemplo, ¿acaso su propuesta de “reapropiación de los bienes comunes” no implica confiscaciones y expropiaciones? ¿Acaso su “nuevo modelo económico con instrumentos de dirección de la economía” no implica el abandono de nuestro modelo de mercado liberal para adoptar las miserias del socialismo bolivariano? ¿Acaso su “restablecimiento de la soberanía e integración con Nuestra América” no implica enrolarnos con el Alba y aislarnos de Estados Unidos?

Para numerosos colombianos ya estamos en el postconflicto, en connivencia con el narcotráfico que será el único negocio no asfixiado por los impuestos, con prohibición de las fumigaciones con glifosato, con suspensión bajo la mesa de los bombardeos, sin extradiciones ni extinciones de dominio de los bienes de los narcotraficantes, con facultades extraordinarias para expropiar las tierras inexplotadas, no por culpa de sus dueños, sino por la carencia de Estado.

Para los ‘aterrorizados’ colombianos resulta claro que las Farc sí se convertirán en el único partido político armado, con curules gratis en el Congreso, financiado por el narcotráfico, habilitados para ejecutar programas gubernamentales con control social, político y territorial sobre la sexta parte aproximadamente del territorio nacional. Todo esto, sin pagar un día de cárcel, ni aportar un peso y sin indemnizar a sus víctimas.

Todo lo anterior nos permite temer que el presidente Santos nos deje un país en guerra, endeudado, con un crecimiento económico anémico y en completa anarquía. Que su paz sea el inicio del verdadero conflicto.

En un excelente artículo sobre esta trama, el postconflicto, teme Eduardo Mackenzie que tras la tregua se desate una guerra civil respaldada por los poderes “bolivarianos de la vecindad”, y se pregunta él para finalizar: ¿Vamos hacia un sistema político “sin conflictos” o a un “postconflicto” sin moral, sin derecho, sin justicia y sin humanismo?

 

 

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