El Califato de ISIS

Marcos Peckel
14 de junio de 2014 - 04:47 a. m.

Cada vez se agudiza más la catástrofe estratégica, por no mencionar otras, que dejó la invasión de Estados Unidos a Irak.

Es en esta región en donde hace unos 1.400 años florecieron los grandes califatos islámicos de Damasco y Bagdad, que llegaron a controlar grandes territorios desde el norte de África hasta la India y que fueron precursores de grandes avances en la ciencia, arquitectura, matemáticas y astronomía. La evocación de ese esplendoroso pasado es el motivante de los grupos yihadistas para reconstruir el Califato, abolido en 1924 por el padre de la Turquía moderna, Mustafá Kemal.

Es precisamente en Damasco y Bagdad en donde ISIS pretende reconstruir el Califato —que siempre fue suní—. El colapso del Estado central en Irak y Siria ha desatado una guerra sectaria entre suníes y chiíes sin precedentes en la historia, exacerbada por la parálisis de Occidente y la intervención de países de la región en favor de unos u otros. ISIS cuenta con miles de combatientes, muchos voluntarios de los confines del planeta, al estilo de las brigadas internacionales que lucharon al lado de la república española.

Actualmente ISIS, Al Nusra y otras organizaciones radicales suníes controlan el nororiente de Siria, en donde han establecido su “Estado Islámico”, el cual se fusionó con la zona noroccidental de Irak creando de facto un ente bajo su dominio, de varios miles de kilómetros cuadrados, que borra las fronteras existentes.

Similar situación han creado los kurdos, que en territorios de Irak y Siria están creando Kurdistán, anhelado por décadas.

En Irak, país de mayoría chií, el gobierno de Nuri al Maliki, chií, con su política excluyente y sectaria, que ha marginado y alienado a suníes y kurdos, es en buena medida responsable de la continua fragmentación del país, la cual al sol de hoy parece irreversible y confirma las peores predicciones que se hicieron cuando los estadounidenses abandonaron el país a su suerte.

Con la captura absoluta de la ciudad de Mosul, la segunda del país, ISIS demuestra que está para quedarse. El llamado a las armas a la población chií por parte del moderado clérigo, gran ayatola Ali Sistani, para enfrentar a ISIS vaticina una cruenta guerra religiosa que marcaría el colapso definitivo del Estado iraquí y de las fronteras entre estados creadas hace un siglo por las potencias europeas.

La situación podría empeorar si Irán y los países del golfo deciden intervenir militarmente a favor de chiíes y suníes, respectivamente. 

 

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