El campo de batalla por los valores estadounidenses en un tren rumbo a Portland

Nicholas D. Kristof
04 de junio de 2017 - 07:23 a. m.

Es posible que Estados Unidos parezca no tener liderazgo, con las bajezas y las intimidaciones al alza, pero lo mejor de nuestro país se materializó durante una crisis moral en un tren suburbano en Portland, Oregon.

Un hombre blanco que iba en ese tren el viernes empezó a gritarles insultos antimusulmanes a una negra de 16 años y a su amiga musulmana de 17 que llevaba puesto un hiyab. Uno se puede imaginar a las personas fingiendo no escuchar y mirando intensamente hacia abajo, a sus teléfonos; en cambio, tres pasajeros valientes se acercaron a proteger a las chicas.

Los tres eran tan distintos como se puede ser. Uno era un recién graduado del Colegio Reed, con 23 años de edad, una melena de cabello largo, y trabajaba como consultor. Otro era un veterano del Ejército, de 53 años, con el corte de cabello más bien hecho que pueda haber y antecedentes de servicio en Irak y Afganistán. El tercero era un poeta de 21 años y estudiante de la Universidad Estatal de Portland que iba camino a un empleo en una pizzería. Lo que los unió fue la decencia.

Cuando intervinieron, el hombre que estaba acosando a las chicas sacó un cuchillo e hirió a los tres antes de huir. Rick Best, el veterano, murió en el lugar de los hechos. Taliesin Namkai-Meche, el recién graduado de Reed, estaba consciente mientras esperaba la ambulancia. Una buena samaritana se quitó la camisa para cubrirlo; contó que algunas de sus últimas palabras fueron: “Quiero que todos en el tren sepan que los quiero”. Murió poco después de haber llegado al hospital.

Otro transeúnte restañó la sangre del estudiante poeta, Micah Fletcher, y llamó a su madre para decirle que fuera al hospital, pero minimizó las lesiones para no aterrarla. La operación de Fletcher para quitarle fragmentos de hueso de la garganta duró dos horas y se está recuperando.

La Policía detuvo a Jeremy Christian de 35 años, un supremacista blanco, y lo acusó de los asesinatos. El ataque en el tren no encaja en la narrativa interna del terrorismo en Estados Unidos, pero es un recordatorio de que este adopta muchas formas. El año pasado era menos factible que a los estadounidenses los matara un terrorista musulmán (las probabilidades eran de una en seis millones) que por ser musulmán (las probabilidades eran de una en un millón), según Charles Kurzman de la Universidad de Carolina del Norte.

A veces, podemos encontrar inspiración en la tragedia. En ese vagón del tren, vimos que la valentía y el liderazgo están vivos; aunque no siempre en Washington, pero sí entre los estadounidenses comunes que convergen, con experiencias diversas, en un tren suburbano, juntos, de pie contra una amenaza a la humanidad que compartimos.

Yo había estado descorazonado por los acontecimientos recientes. El viaje al exterior del presidente Donald Trump marcó la abdicación del liderazgo estadounidense, y la canciller alemana Angela Merkel concluyó que Europa ya no puede confiar en Estados Unidos. El presupuesto de Trump fue intelectualmente deshonesto y moralmente repugnante, en el que tan solo los recortes al fondeo mundial para el sida pueden costar alrededor de un millón de vidas.

La Casa Blanca de hoy parece representar nada más que el capitalismo de cuates y hacer de los refugiados, musulmanes e inmigrantes los chivos expiatorios. Para mí, los “valores” de Trump son, principalmente, el narcisismo, el nepotismo y el nihilismo

Y esto es infeccioso: Cass Sunstein, de Harvard, cita investigación psicológica que indica que Trump ha hecho que sea más aceptable para los estadounidenses abrazar la xenofobia. Escribí el año pasado que “Donald Trump está haciendo que Estados Unidos sea más mezquino”, provocando el fanatismo en el medio rural de Oregon, donde yo crecí, y por todo el país.

No sabemos si el asesino en el tren de Portland se sintió empoderado para gritarle a una chica musulmana debido a las propias vociferaciones islamofóbicas de Trump, como tampoco podemos estar seguros de que sus denuncias contra los reporteros llevaran a que un candidato de Montana golpeara en el cuerpo a uno de ellos. Sin embargo, cuando un presidente incita al odio, la civilización se avergüenza.

Si todo eso es un hilo de Estados Unidos, otro está representado por esos tres hombres que dieron un paso hacia adelante en ese tren. También lo representan los buenos samaritanos que los ayudaron cuando los apuñalaron, las incontables personas que se unieron a las vigilias para honrar a las víctimas y quienes donaron más de un millón de dólares en unos cuantos días para las familias de los asesinados y para el sobreviviente.

Es increíble que al final la Casa Blanca reconociera a estos héroes en un tuit. Sin embargo, habría sido más convincente si el tuit hubiese salido más pronto y de la propia cuenta de Trump, @realDonaldTrump, en lugar de la @Potus, que, en su mayor parte, maneja su personal.

Lo que entendieron esos tres hombres en Oregon, pero no así la Casa Blanca, es que en una sociedad saludable, la islamofobia no solo denigra a los musulmanes. el racismo no solo degrada a los negros, la misoginia duele más que las mujeres, la xenofobia insulta más que los inmigrantes. Antes todos resultamos menoscabados, así es que todos tenemos un interés en confrontar al fanatismo.

Mejor, el veterano tenía tres hijos adolescentes y una hija de 12 años, y espero que sus hijos entiendan que su papá murió desafiando a una intolerancia venenosa que amenaza a nuestro tejido social. Cayó en el campo de batalla de los valores estadounidenses. Merece la oportunidad de que lo entierren en el Cementerio Nacional de Arlington.

Si hay algo que he aprendido en mi carrera reporteando es que, hombro con hombro con lo peor de la humanidad, encuentras a lo mejor. La prueba para todos nosotros es si podemos, en forma similar, responder al odio y al nihilismo con valor y, en las últimas palabras de Namkai-Meche, con “amor”.

Tras salir de la operación, débil pero indómito, Fletcher escribió un poema que nos brinda una guía. Según el oregoniano, en una parte, dice:

“Estoy vivo.

Le escupí al odio en el ojo y viví.

Esto es lo que debemos hacer unos por otros.

Debemos vivir los unos por los otros”.

(c) 2017 New York Times News Service.

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