"El Cauca se lo lleva todo"

En 1993 la prensa sentenció: “el río Cauca necesita salvavidas”. Decenas de titulares similares se imprimieron durante las dos décadas siguientes: “Cruzada por el agonizante río Cauca”, “Rescatemos al río Cauca”, “Un gigante que se muere”.

Al río se lo ha desahuciado sistemáticamente e, incluso, durante su mandato el expresidente Ernesto Samper anunció su fallecimiento y declaró que trabajaría en su “resurrección”. Hoy día hay quienes afirman que el ‘asunto’ ha cobrado mayores dimensiones. “Ahora no sólo se trata de descontaminar el río. Hay riesgos de inundaciones graves si cede el jarillón en el nororiente de Cali”, afirmó esta semana el presidente del Comité Intergremial del Valle.

Lo cierto es que en el río podemos ver algún reflejo del país. Y esta no es una metáfora. Como vertedero de aguas residuales de más de 10 millones de personas, el torrente del Cauca es un testimonio material, palpable, de lo que se profana, consume y desecha. Hombres muertos, mercurio, mierda, arena, colchones y gasolina serían sólo algunos de los ‘contaminantes’ que han recorrido trayectos de sus 1.350 kilómetros a lo largo de los últimos diez años.

El Cauca, que brota en el Macizo Colombiano y pasa por más de 180 municipios, da cuenta de muchos de nuestros procesos y frustraciones. El contenido y el nivel de sus aguas evidencian, por ejemplo, la incapacidad del Estado para regular la minería de oro, y el fracaso de políticas de vivienda y ordenamiento territorial (hay alrededor de 5.000 viviendas en las orillas del río). El empantanamiento de las soluciones y los problemas de coordinación entre las autoridades de Valle, Cauca y Bogotá, ilustran algunos de los pormenores de la descentralización. Las memorias de un río cementerio son el recuerdo de un pasado cercano en que, de acuerdo con múltiples testimonios, militares pidieron a paramilitares desaparecer los cuerpos para no alterar la tasa de homicidios. Y como resumió H.H.: “El Cauca se lo lleva todo”.