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El centro del disparate

Columnista invitado EE
15 de diciembre de 2014 - 10:41 p. m.

Hasta hace poco —digamos un siglo; lo que dentro del torrente majestuoso de la historia equivale a segundos—nuestra capital, hacia el norte, perecía en la llamada ermita de San Diego, actual calle 26 con Séptima, milagrosa aunque mutilada sobreviviente de infinitas reformas a las que su entorno ha sido sometido, ya con cuatro centurias a cuestas.

Luego la entonces denominada Avenida de la República perdía su vocación urbana, para transformarse en Carretera Central del Norte, vía que esforzada y fangosamente comunicaba a Bogotá con los villorrios de Barro Colorado, Chapinero y Usaquén.

En derredor había dos presidios… Uno de delincuentes —con forma de cruz— hoy metamorfoseado en Museo Nacional y antes llamado ‘panóptico’, obra de Thomas Reed, el mismo del Capitolio, lo que comprueba la vocación del danés como constructor de habitáculos para el hampa. Y otro de desquiciados —al que los cachacos apodaron ‘San Diego del Disparate’— después convertido en Escuela Militar y ahora sustituido por el Hotel Tequendama, por su parte en forma de T.

Tal construcción, junto a la de Eldorado —iniciada en eras rojaspinillistas— sirvió como base para el comienzo de lo que habría de ser llamado Centro Internacional, ofrenda de mediados de siglo a esa Bogotá, tan necesitada de esperanzas tras aquel abril de 1948.

Allí se han alojado celebridades del talante de John F. Kennedy —próximo a morir—, Pablo V o Cantinflas. Dentro de su Salón Rojo han tenido lugar hitos cabalísticos, como el fallecimiento —en escena— del guarachero cubano Miguelito Valdés y el desenlace de los más recientes comicios electorales, signados por la premisa aquella de “de los dos males, el menos peor”.

En derredor hay colosos de piedra con nombres precolombinos… Están las Residencias y el edificio de Seguros Tequendama (de nuevo). También el Bochica y el Bachué, a cuyo ascensor, según rumoran, un bovino se coló un día para cornear a cierto infortunado tripulante. Todo ello engalanado por la presencia imponente del Colpatria, cuya hegemonía de 36 años como edificación más alta de Colombia habrá de ser destronada por el BD Bacatá.

Los procesos en Colombia son circulares… El general Gustavo hizo la 26. Don Samuel —fiel descendiente suyo— la convirtió en desvergüenza distrital. Sin embargo, aún libre del fango de la corrupción, por el vecindario emerge la esperanza de un proyecto reivindicador. La denominada Estación Central que, de culminarse, renovaría cerca de 106 hectáreas aledañas a la Avenida Caracas, por la 24.

El tiempo dictaminará si tantos sueños alguna vez dejan de serlo. De momento les invito a conocer las anteriores y otras anécdotas públicas y privadas en el próximo capítulo de ‘Callejeando’, serie del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, por Canal Capital… Este domingo —a las 9 p.m.— desde el Centro Internacional. Mañana desde cualquier lugar… abajo de Monserrate.

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