El coitus interruptus del fiscal general

Jorge Gómez Pinilla
15 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Una columna del brillante economista y filósofo Mauricio Cabrera para Vanguardia Liberal puso el dedo en la llaga por la escandalosa declaración de Otto Bula que el fiscal Néstor Humberto Martínez acogió como epifanía, o sea como verdad revelada, cuando este habló de “un millón de dólares cuyo beneficiario final habría sido la gerencia de la campaña Santos Presidente 2014”. (Ver columna).

De ahí en adelante se formó la verraca confusión, para decirlo en términos del nadaísta Pablus Gallinazo. Ahora Cabrera pide que se comprueben “las condiciones de modo necesarias para entregar tal cantidad de dinero en efectivo”, y a continuación pregunta: “¿cuánto espacio ocupan $1.000 millones en billetes? ¿Cuánto pesan? ¿Qué tipo de maleta se necesita para transportarlos?”.

Si juntamos la columna de Cabrera con la de Daniel Coronell (ver aquí) el coctel se vuelve explosivo, pues mientras el primero se vale del sentido común para delatar el embuste de Bula, el segundo brinda la información para entender la clase de ‘fichita’ que detona semejante bomba incendiaria sin inmutarse: un hombre que “se enriqueció comprando tierras de campesinos desplazados por los paramilitares y (…)  ha sido un caracterizado uribista de la línea de Mario Uribe”, a quien logró sacarle las más altas votaciones en Córdoba, el departamento paramilitar por excelencia donde el expresidente Uribe –simple coincidencia, por supuesto- tiene su hacienda El Ubérrimo.

Razón tiene La Silla Vacía al afirmar que Odebrecht se convirtió en “el Sigifredo de Néstor Humberto”, cuando un avezado delincuente de la más rancia estirpe uribista logra meterle el dedo en la boca acomodando una falacia con medias verdades y evidentes mentiras, en recuerdo de lo ocurrido con el fiscal Eduardo Montealegre, a quien varios testigos falsos le hicieron creer que el diputado Sigifredo López era un miembro más de la guerrilla que lo secuestró. (Ver artículo).

Durante el proceso 8.000 estuvieron desde la DEA hasta María Isabel Rueda (y las demás Marías) buscando desesperados la comprobación física de que el presidente Ernesto Samper sí sabía del dinero sucio que entró a su campaña. Y nunca la encontraron, hasta el día presente. Pero Mauricio Cabrera señala la prueba reina de que el señor Bula miente… y ningún medio se da por enterado.

Según la ‘confesión’ de Otto Bula fueron dos entregas de dinero las que le hizo a Andrés Giraldo en un maletín, luego de apropiarse de una comisión de 200 millones. Un millón de dólares al cambio de esa época eran 2.000 millones de pesos ya “monetizados”, o sea que Bula habría tenido que entregar 800 millones la primera vez y 1.000 millones la segunda, o 900 millones en cada una.

El busilis en la versión de este sujeto reside en que transportar semejante cantidad de dinero de ningún modo pasa desapercibido, motivo por el cual no habría podido ser un solo maletín popocho sino por lo menos dos tulas para levantar el peso de algo que si fuera en la más alta denominación, la de $50.000, correspondería a 20.000 billetes. Y así fuera la mitad: ¿carga alguien semejante cantidad de dinero con la tranquilidad de que no va a levantar ninguna sospecha y el ‘cruce’ va a quedar entre donante y receptor?

Lo que hoy cuesta entender del fiscal es ese afán de andar contando a los medios absolutamente todo lo que hace, piensa, supone, cavila, opina o investiga desde que se levanta hasta que se acuesta, en un ejercicio de vanidad que entorpece el desarrollo de la justicia y en últimas fue el causante del segundo ‘chorro de babas’ durante su cortísima gestión: el primero cuando se apresuró a declarar que en Navelena no hubo corrupción y al aparecer un préstamo de 120 mil millones de pesos del Banco Agrario hubo de retractarse, y la segunda en días pasados, cuando acogió como verdad el libelo de Bula que tan grave daño le hizo a la imagen de Colombia y a la del presidente Santos. Al día siguiente el inefable Martínez Neira metió un reversazo diciendo que "la prueba de entrega física de dinero a Roberto Prieto no la tiene la Fiscalía" (ver noticia), pero el daño ya estaba hecho. Como reza el refrán, “después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga”.

Antes de armar semejante tierrero Martínez Neira pudo haber ordenado pruebas tan obvias como revisar las cámaras del lugar en busca del momento de la entrega, o preguntarle al avieso incriminador de qué denominación eran los billetes, o dónde compró los dos maletines en los que transportó el dinero para sendas entregas. Al fiscal no le corresponde contar que al parecer de pronto, tal vez, quién quita, todo indica que quizás, etc. Lo que debe hacer es investigar con la discreción que le compete a la justicia, llegar a una conclusión en sus pesquisas y luego sí, con la responsabilidad inherente a la majestad del cargo, revelar el resultado de las averiguaciones.

Es la justicia-show en cuyas tentadores redes también cayó con la misma lujuria mediática el fiscal anterior, solo que éste comienza en forma precoz con un coitus interruptus de demoledoras consecuencias institucionales, que conduce a pensar que confunde sus facultades judiciales con las políticas. Es aquí cuando uno no logra dilucidar si se trató de una (otra) torpeza como la de cualquier precipitado amante, o si fue que al repartir la culpa por partes iguales en ambas campañas urdió una muy hábil carambola a dos bandas: fortalece una alianza a futuro entre Cambio Radical y el uribismo, y deja tendido en el camino del desprestigio a Juan Manuel Santos. ¿Quién habría sido entonces el verdadero traidor? Averígüelo Vargas...

Otto Bula sabe que está mintiendo pero no le preocupa, porque lo importante era cumplirle al patrón en lo de encochinar a todo el mundo y poner al país a mirar hacia otro lado. Puedo estar equivocado, pero conociendo el modus operandi mafioso de esa gentecita (por no decir gentuza), me atrevo a recelar que Bula citó a Andrés Giraldo a un restaurante para comprar un seguro en caso de que necesitara ‘untar’ a otros ante una eventual detención. Y fue ahora, ya en su celda, cuando puso a funcionar el seguro. Y el Fiscal cayó enterito.

DE REMATE: Si el senador Álvaro Uribe arremete contra periodistas de la derecha otrora aliados suyos como María Isabel Rueda o Mauricio Vargas y a la vez acusa al prestigioso Yamid Amat de hacer periodismo prepago para el gobierno Santos, debe ser porque en su desesperación siente pasos de animal grande o porque algo más poderoso que él (la JEP, por ejemplo) comienza a respirarle en la nuca. ¿O estaré pensando con el deseo…?

En Twitter: @Jorgomezpinilla

http://jorgegomezpinilla.blogspot.com.co/

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