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El congreso de las alianzas

Juan Manuel Ospina
13 de marzo de 2014 - 04:00 a. m.

¿Uribe barrió el domingo? ¿El fenómeno político fue la votación Verde en la consulta? ¿Vuelve a tener el Partido Conservador las llaves de la gobernabilidad? ¿La izquierda es irremediablemente antropófaga? ¿Definitivamente nuestro sistema electoral es una cueva oscura llena de picardías e inmoralidad que lleva al ciudadano a no votar o a hacerlo en blanco? ¿El voto de opinión no es contestatario (“de izquierda”), sino de protesta de una clase media en trance de consolidarse (Peñalosa, Uribe en Bogotá)?

Mil preguntas postelectorales para desentrañar el sentido político de los resultados de unas elecciones enfrentadas al sempiterno debate del fraude, invocado ritualmente por los perdedores de turno, resultado lógico de la falta de legitimidad y de confianza ciudadana en la organización de la política – partidos, normas e instituciones electorales, condiciones para ser elegido, financiamiento electoral, normas para diferenciar y delimitar los intereses privados del interés general… -. Obsoleta por lo antitécnica y antidemocrática y convertida en formidable obstáculo para el logro de una democracia respetada y respetable, y de una actividad política digna y dignificadora del ciudadano y de los actores políticos.

Primer resultado, los actores políticos colectivos presentan un equilibrio de fuerzas con una mayoría liberal de 26 senadores si se les suma Cambio Radical, seguidos por el potpurrí político y oportunista de la U, con 21 senadores y el Partido de las mil vidas y rostros, el Conservador con 19 senadores que repite como el depositario de los votos que definirían las coaliciones en el Congreso, recordando su lema de “La fuerza que decide” durante la era uribista.

Es dramática la incapacidad de las fuerzas de izquierda para captar los votos de opinión, en un país donde las propuestas de renovación tendrían amplia aceptación. Pero no, estas fuerzas sumidas en su ideologismo dogmático y en sus perennes luchas internas no se sintonizan con “el querer nacional o ciudadano”, condenándose a la marginalidad política, quedando reducidas a unas valiosas, necesarias pero solitarias voces de oposición en el Congreso, encabezadas por los senadores Robledo e Iván Cepeda. Una izquierda víctima no de alguna oscura conspiración de la derecha, sino de su incapacidad de estar a la altura de los desafíos.

Álvaro Uribe estuvo lejos de su meta- tenía una estrategia para 40 senadores. Pero eso sí ratificó su condición de político duro, combativo y efectivo. Su movimiento tuvo importantes resultados pero ya no es la fuerza arrolladora que fue. El Centro Democrático se consolida como un actor político entre iguales y con los cuales tendrá que desplegar una especial capacidad política para lograr acuerdos y aún coaliciones. El próximo Presidente tendrá que construir día a día su gobernabilidad y no solo a punta de mermelada. Una buena noticia para el país, la política y el Congreso como institución.

Los Verdes fueron el fenómeno electoral del domingo. El gran ganador puede ser Enrique Peñalosa si se mueve con diligencia y realismo político y es capaz de interpretar a sus electores que parecen ser la voz de una creciente clase media urbana inconforme con gobiernos de discursos sin ejecuciones (tanto Petro como Santos), de la mala administración y de la rampante corrupción. Este domingo puede haber nacido el rival de Santos.

¿Como se comportará en Mayo el voto conservador, en un escenario donde la reelección de Santos ya no parece inevitable y está en el juego una candidata conservadora? Depende en buena medida de cómo se mueva Marta Lucía, bien para continuar su batalla con los congresistas o para enfocar sus baterías hacia el elector conservador independiente y al de opinión, cansado de tanta pelea y para el cual su discurso puede resultarle muy atractivo. La política parece haber cogido tensión y ritmo.

 

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