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El cuento completo

Antieditorial
09 de marzo de 2015 - 01:29 a. m.

El bochornoso espectáculo del ahora tristemente célebre Nicolás Gaviria me recordó una frase de Susana Galache: “El lobo será siempre el malo del cuento, si nada más escuchamos a Caperucita”.

De inmediato comencé a considerar diferentes perspectivas de este tradicional cuento: ¿dónde estaba la irresponsable mamá que arriesga la seguridad de su pequeña hija cruzando sola el bosque? ¿No debería el ICBF intervenir en el restablecimiento de los derechos de la menor? ¿Por qué no intervinieron las asociaciones defensoras de animales ante el evidente maltrato sufrido por el hambriento lobo? ¿Por qué la abuelita no tenía un servicio médico adecuado?

Frente al desarrollo de una historia, cada quien se considera víctima de las circunstancias que lo llevaron a actuar de una u otra forma. Así como en Caperucita, esta historia también tiene varios protagonistas que habrán sentido que su participación en el inicio, nudo y desenlace del cuento fue diáfana y transparente: el taxista, los policías y obviamente Gaviria.

Hablando del taxista, ¿es posible que haya cobrado una cifra exorbitante como la que asegura Gaviria que le cobraron? Si consideramos experiencias de algunos usuarios de taxis, en las que se evidencia que no necesariamente hay justicia en el cobro de las tarifas de este servicio, una respuesta muy probable es que sí. ¿Tenía el taxista la planilla exigida para viajar desde Chía hasta Bogotá? Si infringió alguna norma o requisito de tránsito, el conductor también debería recibir sanción, no sólo social sino de tipo pecuniario.

Hablemos ahora de los policías. El Código de Policía establece la posibilidad de retener, de manera transitoria, a una persona hasta por 24 horas como una medida preventiva en casos como riñas, deambular en estado de embriaguez y/o encontrarse en estado grave de excitación. ¿Por qué no se cumplió el procedimiento del Código de Policía? ¿Quién intervino para que no se llevara a cabo? ¿No configura esto una conducta inadecuada digna de investigación?

Y hablando de Gaviria, del que repruebo de principio a fin su conducta (además reincidente), difiero de la posición del editorialista que sostiene que bastaría sólo con la ya recibida sanción social, pues tengo la impresión de que Gaviria es del tipo de gente a la que le gusta la fama, sea como sea que llegue, y que, más allá de rechazar la ola de críticas, ve como un gran alivio esta posibilidad de generar un reconocimiento que lo sacó del anonimato en el que hasta hace poco se encontraba. Sin duda, la reacción social es fundamental, pero también lo es la aplicación de la ley sin condicionamientos. Porque, más allá de ser un berrinche de niño bien, se incurrió en conductas que desde el punto de vista penal se deben castigar.

Además, porque la sanción social pasará prontamente, pues a los colombianos nos sobran motivos para indignarnos y lo que quedará será su fama de niño rebelde y de candidato apetecible para un reality show de alguno de nuestros canales de televisión, como ya antes ha pasado. 

 

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