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El dilema del poder: dominar o transformarse

María Antonieta Solórzano
25 de octubre de 2015 - 09:04 p. m.

“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”: Voltaire

Desde que la humanidad dejó de caminar por el mundo y se asentó para formar comunidades dependientes de la posesión de un territorio, dominar, tener poder sobre la tierra y los otros, con-vencer a los demás, tener seguidores es visto como la condición sine qua non para sobrevivir y, mas recientemente, para ser exitosos.

A lo largo y ancho del planeta desde los gobernantes mas sanguinarios hasta el mas sencillo de los habitantes, desde los padres de familia hasta los empresarios, desde el campesino hasta el comerciante, hombres, mujeres niños y niñas sufren de la pasión por dominar. La mas destructiva de las enfermedades del espíritu humano invade de maneras sutiles o evidentes nuestro día a día.

Todos hemos presenciado esas conversaciones, mejor llamadas debates, que tienen un libreto conocido: alguien intenta que el otro actué o piense como “aquel cree que debe ser.”

Las tácticas de convencimiento comienzan con una argumentación racional que prueba que la idea del otro es absurda y si este se resiste a aceptar, en el mejor de los escenarios, pueden llegar hasta un altercado que incluye el desprecio hacia las características personales del que este en desacuerdo.

Esta practica, se sostiene en la creencia de que frente a una situación solo hay una propuesta única y verdadera, no pensamos que una realidad admita diferentes entendimientos y, menos aún, que estos puedan coexistir.

En la cultura patriarcal y jerárquica, casi todos tenemos una buena idea acerca de como el de junto tiene que proceder y no estamos dispuestos a que ese haga lo que quiere. En la “buena fe“ estamos seguros de que si no nos hace caso, se va a equivocar y nosotros, seamos sus padres, sus amigos o sus compañeros, no lo podemos permitir. Es claro, dominar al otro nos da un lugar de poder que suponemos se requiere para ser “alguien.”

En esta escenario, no notamos que el único poder que la existencia nos demanda es el de ser dueños de nuestro destino y que solo el manejo de las propias emociones y pensamientos nos permitirá crear una convivencia humana que trascienda la escasez y salude la abundancia.

Si tenemos el poder para transformar nuestra conciencia, si nos empoderamos para transformar la codicia en generosidad, sinos apropiamos de la angustia para transformarla en creatividad, si usamos el poder para trascender la apatía y tocar la plenitud nos habremos liberado de las garras de la pasión por dominar y la humanidad conocerá un mundo en paz donde la generosidad sean el único líder que nos gobierne.

 

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