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El dueto Ordóñez-Petro

Reinaldo Spitaletta
16 de diciembre de 2013 - 11:00 p. m.

Cada país tiene sus personajes siniestros. Recuerdo ahora a José López Rega, llamado el Brujo, fundador en la Argentina de la Triple A, una organización paramilitar anticomunista, que persiguió y mató a quienes consideraba como infiltrados marxistas en las filas del peronismo.

El catálogo, que debe ser extenso y no es la materia prima de esta nota, puede incluir, por ejemplo, a Vladimir Montesinos, en el Perú; a McCarthy y Kissinger, en los Estados Unidos, a Efraín Ríos Montt, en Guatemala, y un largo etcétera. Se pudiera vincular al ruso Rasputín, hipnotizador, ser misterioso y carismático, que hacía pasar rico, según decían, a muchas mujeres en orgías religiosas. No sé al procurador de Colombia, Alejandro Ordóñez, dónde ponerlo. No sé si calificarlo de siniestro, o solo como una autoridad arbitraria, como un ser dogmático que como procurador posa de estar por encima de la corrupción y de la política, y que a la postre no es más que un perseguidor de aquellos que son contradictores de sus amigotes y del statu quo nacional.

La civilización, cualquier cosa que esto sea, enseña que cualquiera puede, en el mundo moderno, ser de izquierda o de derecha, con argumentos, con sustentos teóricos y toda la parafernalia que conocemos acerca de los partidos y las ideologías. No hay problema. Los antecedentes del procurador Ordóñez de pertenecer a sectas quema-libros, lo convierten en un militante del atraso y la intolerancia. Como un desteñido miembro de un Ku Klux Klan a la criolla, aunque no queme a negros ni sus casas.

Ya es vox populi la participación de Ordóñez el 13 de mayo de 1978, en Bucaramanga, en un evento más propio de inquisidores que de gente civilizada. La Sociedad de San Pío X convocó mediante carteles y avisos de prensa a un “acto de fe” para incinerar “revistas pornográficas” y “publicaciones corruptoras”, como desagravio a la “Siempre Virgen María”. Los miembros de la sociedad quemaron libros que, según ellos, podían “perturbar las mentes juveniles”. Entre los textos que ardieron por la voluntad de los iluminados legionarios, estaban algunos de García Márquez, Rousseau, Marx y una Biblia “protestante”.

Es posible que sea pertinente recordar al escritor alemán Heinrich Heine que, antes de las fogatas de libros promovidas y ejecutadas por los nazis, había dicho que “ahí donde se queman libros también se acaba quemando seres humanos”.

Quizá Ordóñez emplea otros métodos para “quemar” a sus adversarios políticos, incluido el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que ayudó a elegirlo como procurador. Entre otras cosas, Petro justificó su voto “porque como procurador, ni Ordóñez dejará de ir a misa, ni nosotros dejaremos de ser de izquierda”. Ahí tiene mijito, como diría cualquier señora, por votar por un fanático religioso y un intolerante.

Y aunque la decisión del procurador de destituir al alcalde de Bogotá e inhabilitarlo por quince años para el ejercicio político es desproporcionada, arbitraria y descomunal, Petro se había caracterizado por su ineptitud para el manejo de la capital. Petro, un megalómano, víctima de su propia prepotencia, ahora convoca a los “indignados” a que lo respalden y, en su complejo de grandeza, se cree la reencarnación de Nariño y Gaitán y Galán (no el comunero) y los asesinados dirigentes de izquierda Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.

Petro, el extraordinario parlamentario que denunció el paramilitarismo y la parapolítica, ha sido cuestionado por sectores sociales, entre otros asuntos, por sus políticas educativas en contra de lo público y señalado, en ese sentido, como aliado de Santos en materia de neoliberalismo en la educación y la salud. Más jornada y menos salarios para los maestros, es uno de los pronunciamientos críticos que se le formulan a su plan de desarrollo “Bogotá Humana”.

En ese mismo sentido, se le pone en tela de juicio la “tercerización laboral” y, en el campo de la salud, el abaratamiento de salarios, negación de derechos y degradación de garantías laborales, según denuncias del periódico El Usuario, de las Ligas de Usuarios de Servicios Públicos.

Qué pobre país es Colombia, con dirigentes como el procurador Ordóñez, un radical godo que puede alterar las negociaciones de paz y aplicar autoritariamente su poder; y como Santos y Uribe y Pastrana y Samper y Gaviria y los parapolíticos y los que la tienen como una tierra de desterrados y olvidados de la fortuna. Ah, y con megalómanos como el alcalde de Bogotá. Con todo, no deja de ser arbitraria y vulgar su destitución de parte del gran inquisidor.

 

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