El Estado y los Impuestos

Columnistas elespectador.com
14 de septiembre de 2014 - 09:00 p. m.

Estando en la puerta de una reforma tributaria vale recordar que a nadie le gustan los impuestos, la corrupción que nos carcome ni la ineficiencia en las instituciones públicas. Salvo por eso, son indispensables para que la sociedad funcione.

Comenzando su segundo mandato el presidente Santos ha puesto sobre la mesa una medida poco popular con el mantenimiento del 4 por mil y el impuesto al patrimonio que trató de aumentar la base tributaria. Si sumamos a eso los tributos locales, el aumento desproporcionado del predial en ciudades como Bogotá y la sobretasa a la gasolina, comprendemos que el panorama no es sencillo. Para completar, las perspectivas de las finanzas públicas hacen pensar que muy seguramente tendremos que recurrir a un aumento generalizado del IVA.

La realidad es que el presupuesto de inversión está desfinanciado y solamente para el próximo año tenemos un faltante de 12.5 billones. El costo de la deuda y las pensiones son una pesada adición a los gastos de funcionamiento.

Pero, por otra parte, existen proyectos que el país no puede posponer y compromisos en infraestructura, vivienda, Salud y Educación a los que no puede renunciar, entre otras razones por que tienen que ver con el crecimiento y empleo esperados. Las posibilidades del Estado para satisfacer necesidades y reducir desequilibrios son proporcionales a su capacidad de recaudar impuestos, para no hablar de la importancia de unas finanzas saludables a la hora de asumir políticas contra cíclicas en las que se necesite un incremento del gasto público. Otra cosa serán los compromisos que resulten del proceso de Paz y los esfuerzos que deberemos realizar para cumplir con ellos.

En una sociedad interconectada y global los límites de los impuestos, sin embargo, no dependen solamente de los niveles de ingreso ni otras variables internas. Un “exceso” de ellos incrementa el contrabando, desestimula el empleo formal y hace perder competitividad. Si “se nos va la mano” la inversión buscará, y esto lo hace de manera “natural”, nuevos destinos, con consecuencias sobre empleo y crecimiento.

Esa situación la afrontan hoy en nuestro país, con mayor énfasis, no solo el alicaído sector manufacturero si no el comercio formal, colocados entre los palos por la informalidad y un contrabando subsidiado en origen por variables cambiarias y mejor competitividad, como el que procede de China, que dificultan la operación empresarial.

La reforma tributaria en curso compite en los noticieros con constantes escándalos de corrupción. En la calle, la gente se pregunta cosas como ¿Y en lugar de cobrar más impuestos por qué no terminan los carruseles con que se enriquecieron los corruptos?

Cualquier reforma debe estar precedida por una fuerte campaña anticorrupción y esfuerzos por transparencia en la contratación estatal que en este caso, debe decirse, no será suficiente para contrarrestar el “dolor” que ocasiona a la gente que “le metan las manos al bolsillo”. Por otra parte, gremios y sindicatos, con las observaciones del caso, deben ser solidarios y ayudar a construir y propender por un Estado más sólido que hoy por hoy resulta indispensable. La más reciente crisis ha dejado una enorme lección y polarizado al mundo entre quienes quieren un Estado enclenque y quienes consideran que debe seguir garantizando igualdad y progreso social.

Otro ángulo desde el que el gobierno debe mirar, es el de la eficiencia en la ejecución del gasto público, sirviendo como ejemplo el caso de Bogotá, ciudad en que la gente paga sus impuestos pero la calidad de la gestión pública es caótica: las calles de la ciudad siguen rotas; los trancones son cada día peores, pero entidades como el IDU muestran insignificantes niveles de ejecución mientras el alcalde propone debates sobre toros .En un escenario así, se necesita valor para proponer más impuestos aunque sean indispensables como en el actual momento que vive Colombia.

@herejesyluis

 

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