El exterminio no puede ser destino

Eduardo Sarmiento
19 de mayo de 2009 - 02:49 a. m.

El exterminio de un pueblo no puede ser el precio que pague por el fracaso en una guerra. Por eso todos los poderes, y entre ellos el de la opinión de los ciudadanos demócratas del mundo, deben ser ejercidos para evitarlo.

Es cierto que las pasiones de las luchas nacionales difícilmente se pueden contener cuando se tramitan por medio de las armas, y mucho menos en los momentos en los que una de las partes consigue una ventaja que le pone en las puertas de la victoria. Pero esa proximidad significa un riesgo mayor para la supervivencia de los vencidos.

Si se deja que funcione la inercia de las últimas semanas, el desenlace del conflicto de Sri Lanka será una hecatombe. Miles de personas están atrapadas en medio de la batalla entre las fuerzas del gobierno y las de los Tigres del LTT. Ambas partes denuncian la violación de principios elementales de las reglas humanitarias de la guerra. En ambos casos en perjuicio de civiles inermes que han sido desplazados sin consideración.

De una u otra manera, tanto las tropas del gobierno como las de los Tigres, juegan sus últimas cartas comprometiendo la seguridad de la población civil. En el primero de los casos, porque el ejército sospecha que entre los civiles que escapan de su ataque se encuentran numerosos guerrilleros. En el segundo porque la presencia de civiles en zonas aledañas sirve de escudo humano a los rebeldes.

En la medida que el conflicto de Sri Lanka obedece fundamentalmente a la aspiración de independencia de los Tamil, que ocupan la parte norte y oriental de la isla conocida otrora como Ceilán, la guerra de independencia que desataron hace más de dos décadas tiene connotaciones muy distintas de las que rodean otras rebeliones en diferentes partes del mundo. Es decir que se trata de uno de los pocos y auténticos intentos de liberación de un pueblo que comparte la misma isla con una etnia distinta, con la que tiene más diferencias, comenzando por el idioma, que similitudes.

El uso de ataques suicidas y la destrucción de instalaciones del estado haciendo uso de métodos terroristas de acción se constituyó en la clave del desprestigio de los Tigres de Tamil, proscritos hoy en muchas capitales como un movimiento terrorista, con todo lo que ello implica en materia de apoyo logístico y político. Acorralados ahora en una pequeña franja por el avance de las tropas de un gobierno que se propuso destruirlos sin contemplaciones, los guerrilleros han anunciado que acallarán sus armas para evitar el descalabro de los civiles atrapados por las últimas operaciones militares.

No cabe duda de que el cese del fuego rebelde no servirá de mucho ante el empuje de unas tropas gubernamentales que no perderán la oportunidad de acabar con su enemigo histórico, para lo cual, denuncian los Tamil en el extranjero, golpearán de paso a la población civil. Razón por la cual miles de emigrantes del norte de la isla ocupan las calles de ciertas ciudades occidentales en busca de ayuda y en particular del apoyo del nuevo Presidente de los Estados Unidos, de quien tantos esperan tanto en medio de las convulsiones del momento.

La derrota del TTL parece por ahora inminente. Lo que ya se celebra con alborozo en las calles de Colombo. Pero esto no puede significar la destrucción de un pueblo que tarde o temprano volverá a inventar una forma de obtener al menos autonomía dentro de esa isla en la que, a diferencia de los tiempos de la India Británica, constituye una minoría. 

Por distante que sea, cualquier catástrofe humanitaria debe ser denunciada y ante ella se debe actuar, sin que la responsabilidad de hacerlo corresponda exclusivamente a los gobiernos. Porque una de las claves para que el mundo pueda ser mejor, radica en la acción coherente de la sociedad, que desde cualquier lugar se debe manifestar a favor de la defensa de la libertad y de la vida.

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