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¿El fin justifica los medios?

Ernesto Macías Tovar
10 de septiembre de 2013 - 11:00 p. m.

“El gobierno de Colombia no permitirá que toquen al exministro Santos”, afirmó el entonces presidente Uribe, cuando fue informado que el juez Primero de Sucumbíos, Ecuador, Daniel Méndez, ordenó la captura de Juan Manuel Santos.

Aquella frase determinante de Uribe que hace honor a su talante y condición férrea que siempre mantuvo como gobernante, contrasta radicalmente con la manera endeble y, sobre todo, calculadora de Santos. Para Uribe, era claro que se estaba intentando cometer una injusticia en contra de uno de sus ministros, en este caso, curiosamente, el hoy Presidente, y sentía como mandatario la obligación de evitarlo, y así procedió. Sin embargo, Santos es todo lo contrario. Ya es conocida la doble personalidad o trastorno disociativo de identidad del Presidente. Uno de tantos ejemplos se tipifica en el caso de Venezuela, a raíz de las acusaciones del difunto presidente Hugo Chávez y de su becario Maduro al expresidente Uribe de estar detrás de un presunto atentado que desde allá se han inventado para tapar el desgobierno; y ante semejante infamia, Santos ha guardado silencio hasta rayar en la complicidad; inclusive, se atrevió a decir que si le presentan pruebas las estudiaría, lo cual da para preguntar: ¿acaso, Santos duda de quien lo nombró y a quien le aceptó ser ministro, y después lo convirtió en presidente? Respuesta: él no lo duda, utiliza en su beneficio la tétrica novela Chavista. Este es un motivo suficiente para desconfiar del Jefe de Estado.

Ahora, desde que se insinuó la eventual cabeza de lista al Senado del expresidente Uribe, y las posibilidades de reelección del presidente Santos han venido cayendo, son crecientes los rumores que se tejen en círculos periodísticos y políticos, en el sentido que desde la Presidencia se orienta una especie de complot en contra de Uribe y del Uribismo, con mecanismos no convencionales para evitar que el pueblo colombiano ratifique en las urnas el enorme respaldo que tiene.

De ahí que preocupe el nombramiento del samperista Alfonso Gómez Méndez, en el Ministerio de Justicia, porque tenga como propósito saldar la tarea perversa iniciada por la también samperista ex fiscal Vivian Morales –montada por Santos-. Es decir, un político como Gómez infiltrado en las altas esferas de la administración de justicia es un peligro para quienes ejercen la oposición y, peor aún, para el expresidente Uribe que ha sido blanco de francotiradores togados. Tampoco se pueden subestimar los rumores que dan cuenta de un tratamiento especial del Gobierno a investigadores de Uribe en el Congreso; ni la versión del entorno del hoy famoso magistrado Pinilla Cogollo de Medellín, por haber recibido “presiones de arriba” para pedir que investiguen a Uribe por casos indagados hasta la saciedad. 

Esto no es casualidad. Por eso el Uribismo se puso en “alerta naranja” frente a una falta de garantías y ante el peligro que le apliquen la máxima maquiavélica que “el fin justifica los medios”.

ADENDA. El presidente Santos llega tarde a los problemas. Diez meses después del fallo de La Haya, condicionó la aplicación del mismo a un tratado con Nicaragua. Le anuncian los paros y los atienden cuando se producen los bloqueos.     

@emaciastovar 

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