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El fisonomista

Fernando Araújo Vélez
11 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

Desde niño quedó marcado, cuando una tarde que parecía aburrida sus tías hablaban de fisonomistas y le explicaron que esos eran unos señores de la antigüedad que “adivinaban a la gente” sólo con mirarla.

Él vio y sintió que la magia lo perforaba. Vio espadas luminosas, rayos, bolas de cristal. Sintió explosiones de fantasía y que el mundo estaba en sus manos. En seguida, casi a escondidas, buscó en un diccionario el significado exacto del término, aunque poco le importó en aquel momento lo que dijera aquel armatroste de palabras viejas que definía al fisonomista como “Hábil en juzgar por la fisonomía”. Con los años lo recordaría; con los años, cuando ya todo lo que había generado aquella magia era un triste recuerdo.

Al principio jugó a ser fisonomista con sus tías, con sus primos, con los compañeros de la escuela y con una que otra profesora a la que detallaba en clase. La de dibujo era su preferida. En parte, porque tenía facciones de perturbada, o eso concluyó Nicolás luego de sus análisis; en parte, porque podía mirarla mucho tiempo con la excusa de que debía pintarla. Luego, de tanto dibujar y pintar y querer aprehender los rasgos de quienes veía, decidió estudiar Bellas Artes. Allá se volvió a encontrar con su profesora. Seguía siendo su predilecta. La dibujaba y le tomaba fotos. Al comienzo, las clases y la relación eran las habituales en ese tipo de facultad. Una tarde de viernes, noche ya, ella le ordenó que se quedara en el salón, pues debía pulir ciertos hábitos. Él obedeció. Ella se insinuó. Él titubeó. Ella insistió. Él huyó. El lunes lo citaron para una reunión urgente en la dirección de la facultad. Le informaron que una maestra lo había denunciado por acoso, que abrirían una investigación.

Pasados seis días, su caso pasó a la justicia ordinaria, en esencia, porque dos celadores lo habían visto quedarse con la profesora y porque en su casa habían encontrado algunas fotografías y cientos de dibujos de ella, sobre ella y de distintas épocas. Algunos, con textos que los investigadores calificaron como peligrosos. En especial, uno que decía “Fisiognomonía: ciencia auxiliar de la psicología que pretende determinar el carácter del individuo por las facciones del rostro”.

En el apartado de consideraciones, el informe aclaraba que “el estudio pormenorizado del carácter de un individuo, fuere por el medio que fuere, es en sí mismo una intromisión alevosa en la intimidad de él mismo, que puede llevar a una reacción violenta”. En el de resoluciones, sugería que lo expulsaran de la universidad, le advirtieran que si se acercaba a una mujer en demasía con fines pictóricos podía acabar en prisión, y lo conminaban muy respetuosamente a que abandonara sus sueños.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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