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El futuro del libro

Gustavo Páez Escobar
09 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Como lo muestran las cifras de las últimas décadas, el libro digital registra en el mundo un incremento acelerado.

En contraposición, el libro impreso, cuya vida se acerca a 570 años a partir de la invención de la imprenta por Juan Gutenberg, se encuentra amenazado (así se dice) por la irrupción cada vez más novedosa de los sistemas electrónicos.

El temor no debería formarse bajo dicha consideración, sino frente a la tendencia que muestra la humanidad hacia la disminución de lectores. Hoy el mundo camina muy rápido, a veces a velocidades supersónicas, y por eso el tiempo que se dedica a la lectura es cada vez más escaso. El hombre contemporáneo se ha dejado atrapar por diversos fenómenos de esta era deslumbrante y superficial, como la televisión, la telefonía inteligente, las tabletas, el universo de los juegos electrónicos. Y ha descuidado el cultivo del espíritu. La televisión divierte. El libro divierte y forma al mismo tiempo. La sola televisión, como hábito rutinario y obsesivo, se convierte en vicio y deforma la mente.

Según la Cámara Colombiana del Libro, los colombianos leen en promedio al año 1,2 libros. Situación alarmante en un país que en otras épocas exhibía uno de los índices culturales más altos entre las naciones latinoamericanas. Miremos este otro dato perturbador: el 67 por ciento de los colombianos no lee ningún libro por la sencilla razón de que no les gusta la lectura. No fueron educados para leer.

Dice la misma Cámara que en España se leen 10,3 libros al año, en Chile 5,3 libros, en Argentina 4,6 y en Perú 3. Mientras tanto, el 31 por ciento de los bogotanos nunca lee ningún libro. ¿Hacia dónde caminamos con semejante pobreza intelectual? ¿Interesaría cuál de los dos métodos se escoge para culturizarse, el impreso o el digital? La amarga realidad que aquí se resalta indica que una inmensa masa de la población colombiana está por completo ausente de la lectura.

La competencia entre el libro tradicional y el que impone la era cibernética, conocido como e-book, sirve para alimentar fantasías y no va al verdadero fondo del problema que es el de admitir que el mundo se está quedando sin lectores. En Colombia están en vía de extinción. La aparente rivalidad entre los dos sistemas está movida más que todo por los medios de comunicación. Debe tenerse en cuenta que el libro en general está desterrado de la vida actual, y esta se divierte más con la frivolidad y la ligereza, al mismo tiempo que se desentiende de las disciplinas formadoras de la mente.

En tres años, consideran algunos analistas, las ventas de libros electrónicos serán mayores que las de los impresos en papel. Esto parece inevitable. Lo cual no quiere decir que el libro impreso vaya a desaparecer. Este nunca morirá. Ambos van a convivir como buenos hermanos, sin que ninguno le haga daño al otro. Por más que las costumbres y los gustos cambien al impulso de la absorbente tecnología, los dos mercados subsistirán con su propia vitalidad.

¿Qué mayor placer que el de abrir el libro antiguo, oler sus páginas, acariciar sus hojas y sus lomos, subrayar algún renglón seductor y recrearse con ese algo indefinible que dispensa el papel añejo?

La coexistencia de estos dos productos es maravillosa por sí sola, pero lo ideal sería que dicha alianza sirviera para atraer a esas multitudes de lectores que se han dejado perder en las arenas movedizas de lo inconsistente, por falta de mayores sistemas y halagos culturales. Hay que despertar al hombre moderno para que piense más con la mente, para que lea. Y se deje seducir menos por lo superfluo, por más encantador que parezca.

escritor@gustavopaezescobar.com

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