El futuro del vino está atrás

Hugo Sabogal
05 de diciembre de 2010 - 03:00 a. m.

Juan Carlos López de Lacalle es admirado en el mundo por sus cambios en el vino de La Rioja.

Desde hace algún tiempo el nombre de Juan Carlos López de Lacalle no es muy popular entre aquellos productores de vinos españoles que todos conocemos. ¿A qué obedece tal disgusto? Pues López de Lacalle dice que el sistema de denominación de origen del país ibérico, con toda su seguidilla de normas y regulaciones, es una “simple ficción”. Para él, toda esa historia de vinos jóvenes, crianza, reserva y gran reserva es algo que está en las normas, pero nadie aplica. “El vino se expresa cuando debe hacerlo y no cuando alguien lo decide con anterioridad”. Lo candente del asunto es que la mayoría de los vinos españoles se rigen por dicho patrón y no por las leyes de la naturaleza.

Otro de sus cuestionamientos es la excesiva industrialización del sector, impulsada por la creencia de mejorar los resultados. “Pues no es así. Lo que está ocurriendo es una estandarización generalizada, que oculta el verdadero carácter del vino y de su terruño”. Para López de Lacalle, la salida está en regresar a lo esencial. Y eso es justamente lo que predica y practica en Artadi, su empresa vitivinícola, creada  en 1985, con centros  en La Rioja Alavesa, Navarra y Alicante.

Lo sorprendente es que así como su postura es criticada en casa, también es ruidosamente aplaudida por los expertos más influyentes del  mundo. Éstos ven a López de Lacalle como un revolucionario sin tapujos. No en vano, el crítico estadounidense Rober Parker Jr. le ha dado 100 puntos a su vino Artadi Viña El Pisón 2004 y  ha  calificado su proyecto como “el más interesante emprendimiento de La Rioja” en mucho tiempo. Es más: Artadi es la única bodega riojana incluida por Parker en su libro The World’s Greatest Wine Estates.

Otra gran tribuna, como la revista Wine Spectator, simplemente observa que Artadi “está cambiando la faz de La Rioja, quizá para siempre”.

Tuve la oportunidad de sentarme con López de Lacalle en una reciente y corta visita a Bogotá, y pude constatar que sus ideas tienen poco paralelo en el mundo vitivinícola contemporáneo.

En vascuence, Artadi significa “encina”, una planta de la familia del roble, muy común en la zona. López de Lacalle utilizó este nombre como homenaje a las encinas que rodean la finca El Pisón, heredada de su abuelo.

Riojano de larga estirpe, López de Lacalle nació en una pequeña casa ubicada dentro de la gruesa muralla de la antigua ciudad-castillo de Laguardia, en La Rioja Alavesa. La vivienda familiar estaba ubicada justo encima del lugar donde se pisaba la uva (práctica que él sigue empleando en su bodega).

En esa casa nació López de Lacalle, alimentado de biberón y olor a vino. “La bodega era la casa y la casa era la bodega”, cuenta. Tras terminar la secundaria, se graduó como agrónomo y enólogo en Madrid, y contrajo matrimonio con la hija de otra familia de viñateros riojanos.

Por eso, cuando le reclaman por su actitud frente a las reglas de elaboración, López de Lacalle responde: “La Rioja es mi sangre, y mi misión es hacer el mejor vino de la Tierra. Eso no puede encasillarse en ninguna norma”.

En La Rioja, López de Lacalle hace vinos solamente con uvas Tempranillo. En Navarra usa Garnacha y en Alicante, Monastrell. En los viñedos maneja una política de bajo rendimiento para alcanzar mayores concentraciones y una fiel manifestación del lugar. Su visión es nunca opacar el sabor natural de la fruta, por lo que el paso por barricas de roble se utiliza solamente como una forma de ayudarle al mosto “a encontrar su libertad”, dice. En general, sus vinos son densos, plenos, equilibrados y elegantes. “Hay tanto en ellos que se conservarán por más de cincuenta años, sin ningún tropiezo”, ha dicho Parker.

Como López de Lacalle no se ciñe a las normas generales del consejo regulador de La Rioja, sólo hace dos vinos por bodega: uno de viñedos jóvenes y otro de viñedos antiguos. Así de simple. Y para no ser señalado de transgresor, esgrime el argumento de que su especialidad son los vinos ícono, que no requieren ceñirse a la clasificación oficial.  “Estoy dentro del marco oficial, pero por fuera”, admite. Y agrega que si la camisa de fuerza de los consejos reguladores cediera y dejara en libertad a los viñateros de expresar en los vinos el carácter de las uvas y del terroir (lo que se ha hecho durante miles de años), la historia del vino sería otra.

 Consulte en internet: www.elsibaritaurbano.com

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