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El genocidio de Sabra y Chatila

Reinaldo Spitaletta
24 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.

He vuelto a ver la fotografía que muestra a una mujer palestina que grita entre cadáveres y escombros.

He sentido el hedor de los cadáveres en los campamentos de refugiados palestinos, en Sabra y Chatila, en el Líbano, al leer de nuevo el escalofriante relato de Jean Genet sobre el genocidio (así lo declaró la ONU). He recordado, a los 30 años de esta masacre cometida por las falanges libanesas apoyadas por Israel, otros muertos.

He vuelto a escuchar la canción de Alberto Cortez sobre aquel crimen de guerra cometido en la noche del 18 de septiembre de 1982, en el Beirut oeste, y no deja uno de estremecerse por el horror. ¿Cómo verían las bayonetas y los puñales los ancianos y niños que allí se refugiaban? ¿Cómo sería su pánico al ver el cielo iluminado por la aviación israelí que alumbraba el camino a los verdugos? ¿Cuál sería la sensación de desencanto de ese hombre al que un soldado le destrozaba la cara a culatazos? ¿Hacia dónde volaron los gritos de aquella señora violada?

“Un niño muerto puede a veces bloquear una calle, son tan estrechas, tan angostas, y los muertos tan cuantiosos. Su olor es sin duda familiar a los ancianos: a mí no me incomodaba. Pero cuántas moscas”, escribe el autor de Las criadas en su crónica Cuatro días en Chatila. He vuelto a ver al marginal Genet, aquel desertor de la legión extranjera, expresidiario, delincuente y santo (según Sartre), dolido ante los cadáveres de los masacrados y asombrado ante la mentira de que los soldados israelíes, ahí pegados a los campamentos, rodeándolos, no habían escuchado nada. “¿Es que se masacró en Chatila entre susurros o en silencio total?”.

He vuelto a sentir la indignación ante las palabras cínicas del entonces primer ministro de Israel, Menahem Begin: “En Chatila, en Sabra, unos no-judíos
han masacrado a unos no-judíos, ¿en qué nos concierne eso a nosotros?”, y la conmoción ante la voz de un argentino cantor: “¿A dónde estaba el sol cuando sonaron / los ecos desatados de la ira? / ¿No será que las sombras lo apagaron / en Sabra y Chatila?”.

He recordado aquellos días en que los fedayines de la OLP, sonrientes y bellos –según Genet- , se habían retirado del Líbano hacia Jordania; y los bombardeos de Israel al Líbano; y el asesinato nunca dilucidado del presidente libanés Bashir Gemayel unos días antes de la masacre, y las palabras del ministro de defensa israelí Ariel Sharon diciendo que en esos campamentos se habían quedado “dos mil terroristas”, y entonces volví a escuchar la voz del cantor: “¿Adónde estaba yo, en qué galaxia, / insensible leyendo la noticia?”.

La matanza de Sabra y Chatila, con la complacencia del gobierno israelí, mostró de nuevo los espeluznantes casos de exterminio de población civil, que es la que siempre lleva la peor parte en los conflictos. Y las imágenes de aquella carnicería nos hicieron retroceder hasta los días del genocidio de los armenios de parte de los turcos, y los campos de concentración nazi, y las bombas atómicas sobre Nagasaki e Hiroshima, y tantos horrores, como los de la aldea vietnamita de My Lai en donde el ejército gringo mató a todos los habitantes. Sabra y Chatila, atroz testimonio de la barbarie.

Genet, un desheredado que apoyó las causas de los humillados y ofendidos del mundo, y que convivió varios años con los fedayines, estaba en Beirut cuando la masacre. Logró caminar por entre los cadáveres de los palestinos y de esa experiencia desgarradora nos dejó un testimonio de primera mano, bello y sobrecogedor. Declara, por ejemplo, cómo unos soldados, “riendo como niños y cantando alegremente”, arrancaban con una cizalla de jardinero los dedos de las manos de palestinos.

La masacre provocó en Israel una manifestación de repudio de cuatrocientas mil personas. Periodistas de ese país investigaron la matanza y cuantificaron el número de muertos en 3.500. Genet, en su extensa crónica, dice de los invasores israelíes en el Líbano que “eran más despreciados que temidos, causaban más desagrado que miedo”. Además, expuso la hipótesis de que Gemayel fue asesinado por sus aliados israelíes para justificar la invasión y el aniquilamiento de la resistencia palestina que aún pudiera quedar allí.

La matanza de Sabra y Chatila fue uno de los crímenes más espantosos del siglo XX. ¿En qué galaxia estaba yo, insensible, leyendo la noticia?

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