¿El Gran Colombiano?

Juan Manuel Ospina
03 de julio de 2013 - 11:22 p. m.

Característico de estos tiempos mediáticos e inmediatistas es la plaga de los reinados sobre lo divino y lo humano – de todas las frutas, de todos los rasgos de las personas, de todas… - y los rankings de la cotidianidad – el mejor restaurante, la mejor playa, la mejor película, la mejor canción, el mejor colombiano… -. Las encuestas mandan.

Yo ya no pienso, la encuesta piensa por mí y me indica en qué dirección actuar. Nunca había sido tan cierto aquello de “¿a dónde va Vicente? A donde va la gente”.

Son tiempos sumidos en un presente eterno y omnipotente, que anula pasado y futuro; que arrasa con la memoria y paraliza los sueños. Tiempos de ciudadanos sin raíces ni horizontes, a la deriva en el presente. La historia, la nuestra y la universal, la geografía de nuestro territorio, de cívica -nuestra organización institucional y régimen político- salieron del pensum escolar.

Esa torpe decisión implicó abandonar en la formación de los jóvenes la perspectiva histórica, la generación de un sentido de pertenencia, de identidad y de propósito que constituye el fundamento del sentido de nación. Hoy en Colombia reina el egoísmo y la ausencia de todo valor diferente al enriquecimiento instantáneo, el cortoplacismo, las posiciones emocionales sin sustento en análisis y reflexión. Desapareció la discusión y la evaluación de alternativas de acción que exijan convocar, focalizar y darle perspectiva a la energía ciudadana, hoy dispersa y al garete.

Reina la fantasía de “la solución mágica” que cae del cielo. Vivimos en un país donde se entronizó la negación o la desconfianza del esfuerzo colectivo, del propósito compartido y todo se redujo a apostarle a la figura del líder carismático, del padre benevolente que solícito, responde por sus hijos.

Lo dicho tiene que ver con la escogencia, y de manera abrumadora, de Álvaro Uribe como el gran colombiano de todos los tiempos. No dudo de la transparencia del proceso de History Channel. Si me dicen, que el expresidente Uribe resultó votado como el dirigente político colombiano más importante del último cuarto de siglo o del inicio del milenio, lo entiendo porque es innegable su enorme capacidad para ocupar escenarios y conectarse con el ciudadano común y como logró transmitir un mensaje de confianza, de compromiso personal y de contundencia en su propósito y logros.

Pero extrapolar ese “presente uribista” hacia el pasado, vuelve no creíble el voto ciudadano en el programa. México que tiene conciencia de su historia y de su ser nacional, votó por Benito Juárez, no por Pancho Villa. Los ingleses por Winston Churchill y no por la señora Thatcher. Aún en esos países el voto admite discusión. Por ejemplo, la importancia universal de ingleses como Adam Smith para la comprensión de la sociedad y de la economía de la era capitalista o de Charles Darwin para entender el proceso y evolución de la Vida con mayúscula, opacan a Churchill a pesar de su indiscutible talla histórica.

Esto solo para dar un ejemplo no colombiano de lo frívolo de esas competencias, rankings y encuestas que nos inundan y distraen y que acaban por alimentar la confusión reinante al impedirnos conocernos mejor como sociedad, para lo cual se requiere levantar los ojos de un presente acaparado por el bombardeo mediático y la proliferación de concursos hollywoodescos. El expresidente Uribe no necesita esa confusa exaltación y al país poco le sirve para poder finalmente reencontrarse consigo mismo.

 

 

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