El historial criminal del Partido Liberal

Jorge Eduardo Espinosa
18 de septiembre de 2017 - 03:05 a. m.

"Si crees que las oportunidades son para todos, eres liberal y no lo sabías". Ese es el primer lema que aparece en la página oficial del Partido Liberal Colombiano. Luego, más abajo, le cuentan quiénes son los grandes héroes que integran el partido: "... los que soñamos con una Colombia mejor. Los que luchamos por esos sueños. Los que trabajamos por seguir abriéndole el camino a la esperanza, a la paz y a las oportunidades. Somos los abanderados de las causas justas...". De nuevo, inspirador, sin duda. Como recordarán algunos de los lectores las tres últimas columnas han hecho un recuento del historial criminal de los partidos políticos locales. Pasó primero, con sobrados méritos de hojalata, el partido del candidato Dr. Germán Vargas Lleras, Cambio Radical. Luego llegó el turno del moribundo Partido de la U  y la semana pasada le correspondió el deshonor al Partido Conservador. Hoy sigue en fila el Partido Liberal.

Durante el siglo XIX se estructuraron los partidos políticos tradicionales en Colombia. Don José Ezequiel Rojas, en 1848, encabezó el Partido Liberal, que sería el primer partido político del país. Los liberales estaban inconformes y querían impulsar una agenda política de transformaciones: acabar la esclavitud, proteger la libertad religiosa, permitir el sufragio universal y secreto, suprimir la pena de muerte, acabar los monopolios y los diezmos, entre otros sueños. Su base estaba conformada, principalmente, por indígenas, esclavos, artesanos y comerciantes. Se encontraban con la férrea oposición de quienes preferían “conservar” las cosas como estaban. Los padres del liberalismo colombiano eran, sobre todo, idealistas críticos de una sociedad edificada para proteger unos pocos intereses particulares.

El Partido Liberal ha dejado de ser lo que fue. Mi primer recuerdo político, y lamento la referencia en primera persona, está asociado a un nombre que nunca olvidaré: Ernesto Samper Pizano. Sonaban todavía en el recuerdo las bombas que explotaba la mafia en las calles del país al tiempo que se denunciaba que la campaña del presidente había recibido dinero del narcotráfico. El 22 de abril de 1995 la portada de El Espectador decía: “Cerco de la Fiscalía a la Narcopolítica”. El elefante, figura literaria utilizada por monseñor Rubiano para describir el escándalo, se quedaría indefinidamente en la sala del señor Samper. Un hombre pequeño y mezquino que pasará a la historia como el presidente financiado por la mafia que allí estuvo y allí se quedó.

Referencio a Samper porque un partido político que aprecie los valores democráticos no tendría de consejero permanente a un sujeto como Samper Pizano. Una de las tantas desgracias de nuestro país es que su nombre y su figura sigan teniendo influencia y poder. Es la hipocresía de los políticos que elegimos: el Dr. Uribe, también liberal en sus comienzos, le ofreció en 2006 la embajada de París a Samper. Que nadie niegue el poder de Samper, los candidatos que ha logrado elegir en cargos tan importantes como la Alcaldía de Bogotá, sus tantos ministros en el Gobierno de Juan Manuel Santos.

El partido de Samper, desde 1998, ha dado aval a siete congresistas y dos gobernadores que luego han sido condenados por parapolítica. En el mismo periodo, 59 concejales liberales han tenido problemas con la justicia, algunos con sanciones disciplinarias y otros con destitución del cargo. No es mejor el panorama en los tantos avales que ha dado a distintas alcaldías: 34 alcaldes, ocho de ellos entre el Magdalena y La Guajira, han tenido problemas de corrupción y malos manejos del dinero público. En las cifras, el historial criminal del Partido Liberal es menor comparado con el de Cambio Radical. Algunos defensores del trapo rojo podrán alegar que sus filtros, por tanto, han funcionado mejor. A esa aritmética criminal, a esa suma y resta de bandidos, terminó reducida la política criolla. Los dos partidos tradicionales del país, esos mismos que solo se representan a sí mismos, están cada día más desprestigiados.

Y lo están porque, a diferencia de lo que dicen sus lemas vacíos, las oportunidades no son para todos, sino para aquellos que se benefician de las prácticas corruptas, clientelistas y criminales. Un primer paso para cambiar las cosas sería expulsar del partido a los señorones de siempre, a aquellos que no representan nada distinto al perverso juego de todo vale. Samper Pizano sería mi primer candidato.

La próxima semana, el Polo Democrático.

@espinosaradio

 

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