El inefable “profe” Vélez

Jorge Iván Cuervo R.
03 de julio de 2014 - 10:17 p. m.

En el mundo del fútbol se le dice habitualmente profesor a los entrenadores y a los árbitros. Es más una convención respetuosa que una constatación de que efectivamente a quienes se le dice así, sean profesores en el estricto sentido de la palabra.

Esta práctica se extiende al periodismo deportivo –la mayoría de las veces sin merecimiento alguno-, y en Colombia hay uno que destaca por encima de todos esos profesores de ocasión, se trata de Carlos Antonio Vélez, Diosantonio Vélez, como es reconocido este hombre que lleva un monólogo ininterrumpido en la radio por más de tres décadas.

Dijo de la selección de Costa Rica, esa misma que quedó primera en su grupo contra tres campeones del mundo: "Yo sí no creo, con todo respeto, que Costa Rica pueda estar, le bajaría nivel al campeonato. Es que no tiene nada, nada, uno habla con la gente de fútbol y dicen que eso no tiene presentación”. Hoy la selección tica es una de las mejores ocho selecciones del mundial de Brasil, y Vélez en su inmensa arrogancia no ha tenido una sola palabra de reconocimiento porque le ha podido más su disputa personal con Jorge Luis Pinto que su deber profesional.

Cualquiera podría objetarme que con la gran presentación de Colombia en el mundial no se justificaba perder una columna hablando sobre el arrogante Vélez, pero no, porque justamente, ésta selección representa todo lo que hay que dejar atrás en el futbol colombiano, empezando por él.

Vélez hace parte de una generación de periodistas deportivos que no dijeron una sola palabra cuando el narcotráfico era el que mandaba en el fútbol colombiano, no solamente en los clubes sino también en la selección, y acompañaron el proceso de los mundiales del 90 al 98 sin denunciar la cueva de Rolando en que se convirtió la selección nacional, porque se beneficiaban de ello, vetando jugadores y técnicos, teniendo exclusivas con los técnicos y jugadores, invadiendo la privacidad de la concentraciones en busca de la nota íntima, definiendo alineaciones, poniendo sordina a los escándalos del Tino, a los desafueros de Bolillo y cía, a los excesos de los directivos e invitados en los viajes.

Pinto en su momento se opuso a todo eso y lo sacaron; Rueda apoyó a los jugadores profesionales para que se agremiaran y lo sacaron. Vélez hizo fuerza para que regresara Bolillo y su rosca paisa, y ya conocemos los resultados de quien no tiene la templanza para estar al frente de un seleccionado, hasta que llegó Pekerman, y decidió cortar de un tajo con las entrevistas exclusivas, los periodistas en los cuartos de los jugadores, los empresarios pidiendo convocar a sus pupilos, y todo eso que Vélez cohonestaba.

A Pekerman poco o nada le reconoce, porque añora el toque insulso de antes al futbol dinámico de ahora, donde es cierto se perdió posesión de la pelota pero se ganó en eficacia. Él prefiere el orden táctico a ganar partidos porque se inventó ese cuentazo de que eso hace parte del adn del futbolista colombiano. Ahí están James y Cuadrado, que no son de su gusto, para desmentirlo

Colombia, de la mano de Pekerman, y Costa Rica, de la mano de Pinto, han logrado algo histórico, incluso siendo más meritorio lo de los ticos pues les tocó con equipos más fuertes y con un plantel con menos figuras, pero Vélez en su inmensa amargura dirá que si ambas selecciones llegan más lejos es porque el mundial no es de calidad. No pierde una, su palabra es palabra de Dios, inobjetable.

Señor Vélez, y el otro que perdió las elecciones, queremos otro país. Les llegó la hora del retiro.


@cuervoji
 

 

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