El justo medio de Humberto de la Calle

Ignacio Zuleta Ll.
07 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Observo el panorama político inmediato, acuso el golpe de la reforma tributaria en mi canasta familiar, sobrellevo el desastre de la prestación de la salud y comprendo que la corrupción y la implementación de los acuerdos de paz en la realidad concreta sean la rabia angustiada del colombiano promedio.

Pero también encuentro que mi intuición pone la esperanza en el historial limpio de Humberto de la Calle. Yo lo quisiera candidato y presidente. No le conocemos un escándalo, una indelicadeza, una deprecación desacomedida o una ambición desaforada. Comprobamos su inteligencia intelectual y emocional como moderador entre dos fuerzas tan disímiles. Su tacto como ser humano para tratar al prójimo con el respeto que merece y su pericia para navegar sin abyecciones por entre las naturales porquerías del entorno político, lo harían un candidato ideal para el momento.

La concepción del mundo de este brillante negociador de los acuerdos siempre ha sido la de un humanismo abierto y tolerante; pero no le faltaría pragmatismo impulsado por las necesidades que ha detectado en el proceso. El conocimiento profundo del Estado, sus vericuetos, sus falencias y contradicciones tampoco son ajenos a quien ha dedicado una vida como servidor público (y ,como a pocos, le cabe bien el término).

Un país dividido de manera tan profunda en asuntos vitales como la convivencia pacífica o la justa distribución de la riqueza, tiene dos opciones: una dictadura, cuyas lecciones cercanas en los linderos del país nos habrán hecho escarmentar de tan indeseada perspectiva, o un gobierno de centro en el que los extremos estén igual de lejos o de cerca del justo punto medio.

El concepto, que vio prosperar a los estados en la antigua China o en la Grecia clásica, lo resume así Aristóteles: “Puede ambicionarse el honor más o menos de lo debido, pero también se puede ambicionar hasta el punto que sea conveniente; y esta disposición, sin nombre particular, que es el justo medio… es la única digna de nuestra alabanza”.

Esto corrobora lo que estudiaban los candidatos chinos a los puestos de mayor responsabilidad en el Estado. Un texto derivado de Confucio explica que el objetivo de la medianía es mantener el equilibrio y la armonía para dirigir la mente (y las naciones) hacia un estado de equilibrio constante. Quien sigue la medianía está en un camino del deber y no debe abandonarlo.

¿Y qué hemos heredado en estas tierras de las experiencias sabias de la especie encarnadas en Confucio y Aristóteles? Poco o nada, lo que explica que estemos como estamos. Sin embargo, sabemos que Humberto de la Calle ha logrado la dorada medianía en su vida pública, y sospechamos que opera de igual modo en su esfera privada. A ver si de pronto la receta clásica que estabilizó polis e imperios nos da una mano en esta encrucijada plagada de depredadores y vampiros.

 

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