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El legado de Tirofijo

Jorge Iván Cuervo R.
28 de mayo de 2008 - 08:37 p. m.

El hecho de un guerrillero se muera de viejo, es la cosa más inusual y, si se quiere más, ridícula del mundo, pero también, que un Estado no sea capaz de apresarlo durante más de cuarenta años que estuvo alzado en armas, no  deja de ser una broma de mal gusto.

Pero sí, se murió Tirofijo, y hay que decir que no dejó nada. No dejó ni siquiera una frase memorable, ni una sola ejecutoria destacable. Su único logro fue el de haber evadido durante cuarenta años la acción del Estado. Su imagen detenida en el tiempo, se disolvió en sí misma, llevándose consigo el mito revolucionario de las Farc, porque lo que queda hoy es otra cosa, muy lejos de las reivindicaciones sociales que algún día dijeron defender.

El reconocimiento de su muerte, en un escenario de selva prefabricado, donde alias Timochenko le hablaba a una supuesta multitud con un discurso totalmente anacrónico, en una especie de delirio, refleja el momento de las Farc: un grupo sin norte político, con un discurso rural en un país urbano que todavía cree posible tomarse el poder por las armas, que se envileció éticamente en los medios elegidos y no entendió la necesidad de cambios en la estrategia política luego de la caída del muro de Berlín.

Tirofijo debió morirse pensando en cómo es que los paramilitares, ese engendro creado por sectores del establecimiento para cambiar la correlación de fuerzas militar con las Farc -, lograron políticamente en veinte años, lo que él y su gente no lograron en cuarenta. Debió haber muerto pensando en cómo es posible que el único espacio político que le queda a las Farc sea la Internet, toda una paradoja para una guerrilla premoderna. Seguramente no murió pensando en el dolor de las cientos de familias de secuestrados que sufren su indolencia y su terrible cálculo político.

De su intransigencia, de su desconfianza con el establecimiento, queda una izquierda democrática acorralada que tiene que demostrar todo el tiempo que las reivindicaciones sociales no tienen el sello fariano; deja una derecha fortalecida y legitimada, que luego de salir del clóset decide ocupar el establecimiento político con pretensiones de quedarse y sacar adelante su proyecto de sociedad.

Las Farc tienen un grave problema de legitimidad, donde hacen presencia, lo hacen con comandantes semi analfabetas sin ninguna formación política que terminan apostándole  al negocio de la droga como recurso para sobrevivir. Con la práctica del secuestro, el uso del terrorismo contra población civil y la violación sistemática del DIH, perdieron todo respeto como movimiento insurgente, y Tirofijo no lo impidió.

Quienes en Colombia le apostaron a que los vientos de cambio social y económico venían de la mano de la revolución de las Farc, hoy tienen que reflexionar sobre ese error histórico que ha impedido un mayor desarrollo de la democracia hacia el pluralismo y la justicia social. Murió de selva y soledad, vencido por sus propios dogmas con la desilusión de no haber logrado cumplir su sueño de llegar al poder ni de cambiar esta sociedad.
 
Coletilla. Resulta paradójico –y triste – que el Senador Rodrigo Lara, el hijo del ministro asesinado por la mafia, se sume al coro de voces que busca deslegitimar a la investigadora Claudia López, sin cuyas investigaciones hubiera sido difícil conocer la trama de la política y la mafia paramilitar.

jorgeivancuervo@etb.net.co

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