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El llanero solitario

Piedad Bonnett
02 de marzo de 2013 - 11:00 p. m.

La imagen de Sergio Fajardo dista mucho de la que tenemos del político tradicional colombiano, ese personaje marrullero, oportunista y opaco que se vale de toda clase de argucias para escalar posiciones y usufructuar el poder. Sergio, que se inició en la academia, que ha demostrado ser inteligente, honesto, trabajador, que hizo una buena alcaldía y que sabe rodearse bien, pareciera tener el perfil de un hombre moderno que sabe qué necesita este país, tan feudal y anacrónico en tantas cosas. Por eso para muchos es una opción presidencial, como lo planteó hace poco León Valencia.

Y, sin embargo, ya desde hace un tiempo Sergio Fajardo viene haciendo lo que haría un político tradicional en trance de querer ser elegido: caminar como pisando huevos, con una cautela que lo lleva a no comprometerse y a usar un lenguaje vagaroso, de puras generalidades, que le asegure quedar bien con Dios y con el diablo. El lenguaje de los tibios. O quizá sea exactamente lo contrario de lo que postulo: que Sergio, por no ser un político nato, no sabe comunicar. La sensación, sin embargo, es la misma: que falta contundencia. Que si uno pincha hay vacío.

Esa impresión se hizo dramática en la entrevista con Yamid Amat, tan llena de metáforas y tan pobre en sustancia. Lo primero que se nota es que Fajardo no quiere alinderarse con nadie. Como Ricky Ricón, ese niño presumido de las historietas, no sólo parece sentirse de mejor familia que los otros de la tribu, sino que lo aterra que lo confundan (“en una época de confusión”), con otras gentes. Es así como se apresura a afirmar que no tiene nada que ver con el movimiento Pido la palabra. A pesar de que lo integran personas muy respetables e independientes, ni siquiera les concede un comentario favorable, y sí explica su existencia de un modo peculiar: “Entiendo que están buscando ubicarse dentro de este enredo político en que está el país”. ¿Ubicarse?, pregunto yo. Al Partido Verde, del que se apartó no sin cierta razón y al que no quiere ser vinculado ni en las curvas, le reprocha no tener propuestas sobre el medio ambiente, la educación y la lucha contra la corrupción. Y remata: “…me salí apenas vi todo lo que digo”. ¿No habría podido Sergio, al ver que no existían, incidir para crear esas propuestas?

Olvida Sergio Fajardo que un líder político no puede ir cabalgando solo. Pero, además, comete otros errores: ser ambiguo cuando se trata de apoyar el proceso de paz y anclarse en su afirmación de que la violencia no se acabará aunque haya acuerdo, algo que ya sabemos pero que dicho ahora equivale a aguar la fiesta; no ser más concreto o ir más lejos con sus propuestas, y no dar una opinión sobre el gobierno de Uribe, ni ser más frentero en sus disidencias con Santos. Si esto hiciera dejaría de parecer desdibujado, adquiriría relieve y peso. Los que se necesitan para inspirar confianza. Y que conste que si hablo así de Fajardo, a quien aprecio y respeto, es porque creo que todavía tiene oportunidad de reaccionar.

 

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