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El lleno de plaza

Lorenzo Madrigal
14 de abril de 2013 - 11:00 p. m.

Es de esperarse que la jornada del martes no le haga daño a la paz.

Aunque los noticieros deliraban de entusiasmo, pensando con el deseo, y mientras el reportero del aire ilustraba un gran trancón en la Circunvalar de Bogotá, las calles y avenidas, convertidas en peatonales, mostraban otra verdad: que la marcha no colmó, a reventar, la plaza ni las banderas alcanzaron a disimular los huecos de personal.

Se ha discutido siempre sobre la cabida de la Plaza de Bolívar, que si es de cincuenta, que si de sesenta mil almas (con sus respectivos cuerpos, es de creer). El martes se habló de treinta, de sesenta y hasta de cien mil personas. Una de las cámaras estaba en sitio estratégico, de modo que no dejara ver sino un tercio de la plaza, oculto el resto por la culata del Palacio de Justicia.

Hacia el mediodía se pudo decir que en todas las esquinas había gente en la plaza. Pues gente sí que la había, apretujada no. El aparataje, tipo tribuna, desde donde se peroró, ocupaba una buena porción de espacio y el banderaje blanco brindaba aspecto de plaza llena.

En el Ministerio de Defensa las fuerzas saludaron al presidente y a la primera dama, no sé si al recluta Esteban, a Roy y a alguno de los Jaramillo de la paz (los hay de la guerra). Eran miles de seres uniformados que no contaban, sin embargo, como opinión, pues la Fuerza Pública, como se sabe, no es deliberante. El mandatario salió de ahí acarreando a un militar baldado, en oportuna imagen solidaria.

Otros lugares de la ciudad fueron escenarios para la exsenadora Piedad Córdoba, dueña de la marcha y para el alcalde Petro, orador de difícil garganta. Este último ensayó a cantar a capela, como otrora lo hiciera el dictador de Venezuela, antes de cantar, según Maduro, como las mirlas, por la mañana.

Como Shakira y Fonseca, que confundieron palabras del himno, Petro sorprendió con una antigua estrofa, que, según él, fue censurada. El alcalde, todavía muy joven, dice haberla cantado, pero ni Lorenzo, quien ya envejeció, supo alguna vez de ella. Algo así como: “…La madre patria está herida (¿España?); hay que combatir…; morir por la patria no es morir”.

El alcalde vaciló un instante y entonó la estrofa apócrifa, que por su texto guerrerista no era la más apropiada para el día de la paz negociada. Lo aplaudieron los de su despacho, para salvarle la faz, pero ni Petro ni Maduro consiguen imitar el tropicalismo de Chávez.

Si la gente se desplaza para votar, hablamos de un trasteo de votos; si la traen de otras localidades a desfilar en Bogotá, llamémoslo trasteo de marchas. Sólo en un 16%, los capitalinos respondieron haber marchado (Datexco, para la W).

 

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