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El “Medellín”: patrimonio cultural

Columnista invitado EE
16 de diciembre de 2014 - 07:55 p. m.

Hay ciento y una razones para afirmar que la institución que le da nombre a mi ciudad es más que un equipo de futbol.

Sin embargo, por las tiranías del espacio y del tiempo me reservaré comentar solo algunas, máxime en estas instancias cuando lo que importa son los éxitos deportivos del equipo.

El Medellín no es solo este presente deportivo que se despliega en las canchas, que brinda algunas certezas en su manejo administrativo y que orquesta alegría y derroche de creatividad en sus tribunas. Es un acumulado histórico que ha evolucionado al compás de los cambios económicos y culturales.

Un par de felices noticias se dan en 1913, con ocasión del primer centenario de la independencia de Antioquia: el cuadro Horizontes, del maestro Cano y el nacimiento del equipo de futbol Medellín Futbol Club.

Desde entonces, “el Medellín” ha sido más que un equipo de futbol. En su primera década –pese a su origen burgués- prontamente fue un referente y la posibilidad de encuentro de un pueblo que comenzaba a transformarse en ciudad y que cambiaría sus dinámicas.

Cambiaba el país, la ciudad, y cambiaba el equipo de futbol. “El Medellín” dejó de ser un asunto de distinción, para convertirse en un uso del tiempo libre en una ciudad que se alargaba al compás de la industrialización y el comercio y que tenía escasas alternativas de ocio. Y casi al tiempo, fue válvula de escape -al menos temporal- para bajar las tensiones generadas por las rivalidades políticas que por entonces vivía nuestra patria.

Luego vino el profesionalismo y el equipo se hizo más popular empujado entre otros factores por los medios de comunicación y por sus primeros éxitos deportivos, y entonces el equipo se ha posicionado además en factor de identidad para ésta, la ciudad del “Medellín”. En tanto lleva su nombre, ha ayudado a fomentar el sentido de pertenencia por la ciudad y sus gentes. Algunos incluso, como el poeta Darío Jaramillo han ido más lejos y han dicho que “primero fue el equipo y luego la ciudad”, -y a los poetas y a los locos hay que creerles- y otros han trascendido el asunto de la identidad al punto de cambiarse el nombre, como lo hicieran el célebre Caretorta DIM Palacios y don Deportivo Independiente Medellín Giraldo. ¡Eso y más inspira este Medallo!

Este DIM, que a lo largo de su centenario nos arrastra de la comedia a la tragedia y viceversa, posibilita en tal sentido otra forma de construir imaginarios, mismos que se ven reflejados en chistes, anécdotas, canciones, caricaturas, pinturas. Desde los currulaos y los tangos de los años cincuentas, pasando por los vallenatos hasta llegar a los arreglos rockeros de La Murga del Indigente, el Medellín ha inspirado y canalizado la creatividad en esta tierra de músicas diversas. Y eso por citar solo un capítulo del legado cultural del Medellín porque no sé si haya otro equipo al que se le haya destilado tanta y tan poderosa tinta como al Medallo; valga mencionar las prosas dedicadas al equipo por Juan Manuel Roca y Héctor Abad Faciolince, por citar un par de casos.

El Medallo, entonces, en términos de Huizinga es parte de nuestro “patrimonio cultural” pues está atado a nuestra ciudad. Y a nuestra vida: tantos momentos anclados en nuestra alma que de inmediato relacionamos con el trasegar del equipo. “Nunca olvidaré el título de 2002 porque ese día casi se muere mi madre”, me dijo alguna vez una hincha y me quedé pensando si acaso no debió recordar primero la gravedad de su progenitora. “Ay Medallo nos vas a homicidar”, decía Malevo. 

Todos estos asuntos ayudan a entender el presente: el DIM hoy existe y rexixte no por sus dirigentes –tantos tan cuestionables- ni por sus deportivos éxitos que más bien son éxiguos. El Medallo está ahí porque como lo dice el gran Jorge Eliecer Campuzano “es una pasión cosida al alma” y eso ha hecho que aguante las más aciagas borrascas. 

El Medallo hoy por hoy tiene la hinchada más creativa y más fiel del país. Y no solo la que va al estadio a alentar, sino la de un gran número de personas (incluidos sus creadores: desde el muy intelectual Darío hasta el más humilde grafitero) que engrandecen y honran este legado.  Y sin embargo, -así lo proclamen- para la dirigencia poco ha contado ese gran “agregado”. Para efectos contables, que sobre este equipo, alguien eche un cuento, eso no cuenta.

Ellos hacen otras cuentas: pero qué bueno sería que ahora que el  Medallo inicia una nueva etapa, de veras, sus dueños piensen en la capacidad creadora de sus hinchas,  ese otro gran activo del equipo. 

Esta semana cuando todos los ojos están puestos en sus resultados deportivos, rindo un homenaje a su hinchada que le ha ofrendado a esta ciudad un gran acumulado de momentos y recuerdos. Este centenario DIM –que  registra momentos más que trofeos- sí que es el patrimonio cultural de los antioqueños.

 

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