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El oso puede atenuar su abrazo

Eduardo Barajas Sandoval
17 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

El apoyo incondicional a una causa incierta puede ser augurio de peores males, si todo llega a terminar en catástrofe.

Los pragmáticos de la política exterior, que son por lo general exitosos, recomiendan dejar siempre una salida para no matricularse en causas de porvenir dudoso; por eso no tienen problema en exhortar a que se abandone a tiempo una nave que se hunde. Saben muy bien que los que se han aferrado hasta el final a gobiernos que caen en desdicha, terminan perdiendo toda influencia en donde más quieren, porque los regímenes de reemplazo no desean ni verlos.

Si Rusia quiere seguir ejerciendo influencia en Siria, como al parecer le conviene a juzgar por su conducta de apoyo al régimen, a pesar de la masacre de parte y parte que allí tiene lugar, no debería insistir en tratar de sostenerlo y de disculpar sus actos, porque de perder el gobierno la guerra interna, los rusos tendrían que ausentarse del escenario por no se sabe cuánto tiempo y con ello cerrarían una de sus salidas al Mediterráneo, por mencionar solo uno de sus intereses importantes, que deben estar por encima de cualquier coyuntura.

El avance sangriento del proceso de disputa por el poder en Siria no parece tener ahora un ganador previsible. Esas no son buenas noticias para la familia Al Assad, que antes del movimiento en su contra, esto es hace dos años, y por los últimos cuarenta, dominaba a sus anchas el país, sin contrapeso alguno. El hecho de que el propio vicepresidente Faruk Al Sharaa reconozca, como lo hizo a un diario, que la situación empeora, y considere necesario un gran acuerdo histórico para arreglar el problema, indica que las cosas no van bien para un régimen que no ha vacilado en disparar contra su propio pueblo sin una pizca de piedad.

En la medida que nadie le apuesta ya a la victoria contundente del gobierno, y que la anarquía sigue rondando inclusive la eventualidad de un triunfo de la oposición armada, apoyada abiertamente por tantos otros países, el pragmatismo recomendaría que los rusos comiencen a dar señales de modificar su postura de apoyo férreo a su aliado de Damasco, conducida con maestría por su embajador ante las Naciones Unidas, al oponerse a la adopción de resoluciones como las que terminaron por dar vía libre a una intervención desordenada y extralimitada en Libia.

Como en su comentario el vicepresidente insiste en la unidad del país y en la búsqueda de una solución siria al conflicto, en busca de un gobierno de unidad nacional con amplios poderes, la oposición tiene toda la razón al considerar que la propuesta lleva implícita la asignación de un lugar en dicho gobierno para el actual Jefe del Estado; algo que no está dispuesta a aceptar, porque toda la guerra ha tenido por objeto, precisamente, sacarlo del poder. Y como Al Sharaa también invoca a las potencias regionales y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, falta por ver, en gracia de discusión, si la amplitud de la idea es suficiente para incluir a todos, todos, los países de importancia en el Medio Oriente, y si los rusos seguirán defendiendo a ultranza al régimen actual, o si a estas alturas del problema estarían dispuestos a obrar de una manera más neutral.

Nada de raro tendría que, a pesar de las manifestaciones de inamovilidad de su posición, la postura de Rusia comience a cambiar, en vista de las circunstancias propias de un conflicto estancado en medio de una violencia inaudita, de la que solo es víctima el pueblo sirio. Siendo la única capaz de convencer a Bashir Al Assad de la precariedad de su situación y de la no viabilidad de su política de confrontación, además de las dificultades de subsistir sin el apoyo de uno más de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia tiene en la mano una carta fuerte a jugar. Si lo hace con la mezcla de habilidad y fuerza que ha demostrado hasta ahora, puede convertirse en la gerente de la transición hacia un nuevo régimen, sin perder los privilegios y la influencia que ha tenido hasta ahora.

 

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