Notas de buhardilla

El Otto mundo

Ramiro Bejarano Guzmán
05 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Es insólito que el inmenso patrimonio ilícito de Otto Bula (OB) solamente se hubiere descubierto con las investigaciones por las coimas de Odebrecht. Si la multinacional del soborno no llega a Colombia con su poder corruptor a contratar abogados deshonestos e intrigantes, a aliarse con otros avivatos y comprar funcionarios venales que la Procuraduría de Ordoñebrecht no se atrevió a tocar, jamás habríamos sabido nada del hoy famoso exsenador OB, ni de su fortuna de más de $58.000 millones de pesos.

¿Cómo pudo haber eludido tantos años sus fechorías este sombrío personaje y sobre todo ocultar su riqueza mal habida, sin que ninguna autoridad lo hubiese detectado, gozando además de la aceptación colectiva en varias ciudades del país? Esa descomunal suerte obedece a muchos factores.

En primer término, es evidente que OB de bobo no tiene un pelo, pues durante toda su vida delincuencial entendió la importancia de hacerse acompañar y patrocinar de personas poderosas con influencias en el Gobierno. Por eso no es extraño que haya llegado al Senado de la mano de Mario Uribe, el primo de Álvaro Uribe. Hoy ninguno de los Uribe se ha pronunciado sobre esta perniciosa cercanía con tan avezado delincuente, ni siquiera para desmentirla o para atribuirla al azar. No era cualquier cosa estar aliado con los Uribe hace unos años, porque esa era la llave de entrada al cielo, aunque andando el tiempo se convirtió en la entrada a la cárcel.

La estrategia de los mafiosos aliados con políticos no es nueva. Por ejemplo, en Buga el exalcalde John Harold Suárez Vargas y el actual burgomaestre, Julián Latorre, en vez de responder ante la ciudadanía por la corrupción que los agobia, han empoderado a un individuo de precaria reputación, para que en las redes sociales difunda especies calumniosas contra quienes denunciamos las tropelías de esa administración. Se trata de Jorge Luis Henao Arango, condenado por narcotráfico en Panamá (Ver sentencia: http://bit.ly/2loqMph) y por abuso de menores en Colombia (Ver auto: http://bit.ly/2mPnKre), ostentoso directivo del Centro Democrático local y próspero constructor de una urbanización que ya mis paisanos bugueños, siempre burleteros con el apunte oportuno, la denominan “Villa Coca”. Dios los cría y ellos se juntan.

Pero volvamos a OB. No fue solamente que habiéndose rodeado de gentes influyentes este sahaguneño garantizó su impunidad por años, sino además que las autoridades, sin excepción, fueron inferiores a sus responsabilidades. La UIAF, que en tiempos del gobierno de la seguridad democrática espió magistrados, críticos y opositores, no se dio cuenta de cómo OB se hacía multimillonario. Tampoco la DIAN detectó que era anormal su incremento patrimonial. Los organismos de inteligencia no supieron nada de quien desafió silenciosamente al país haciéndose elegir en el Congreso, como lo hizo Pablo Escobar. La justicia en general también tiene su cuota de responsabilidad en que Bula haya llegado impunemente a la cúpula, porque hoy conocemos evidencias que lo dejan muy mal parado, como sus relaciones con la temida “oficina de Envigado”. Habla muy mal de los tres poderes públicos que nunca una autoridad judicial o un organismo de control hubiese siquiera sospechado de las andanzas del senador y empresario “Don” Otto Bula.

Aun detenido OB, no cesan las sorpresas. Estando preso en un edificio controlado por el Gobierno pudo enviar una carta de tono extorsivo al presidente del Consejo Electoral, anunciándole que desmentiría la versión de que el millón de dólares que le entregó a otro extraño negociante no era para la campaña presidencial de Santos, pero que solo lo haría cuando le cumplieran con trasladarlo a CESPO, la confortable y veraniega guarnición policial donde hoy efectivamente se encuentra. Con razón hay quienes creen que el delito sí paga.

Adenda. Me resisto a creer que la Corte Suprema de Justicia postule como candidatos a magistrados de la Corte Constitucional a ciertos indeseables que generan desconfianza y deshonrarían la Corporación. Es la hora de obrar con grandeza, no con mezquindad y clientelismo.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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