Yo soy como el picaflor

El paisa no existe

Ricardo Bada
21 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

En la novela Un millón de muertos, de José María Gironella, ambientada durante la guerra civil española, en la página 488 puede leerse que los jefes del Tabor (una unidad de tropa regular marroquí en el ejército español) estaban dispuestos a defender su posición hasta el final, y el personaje llamado Octavio exclama: “¡Vaya con los paisas!”.

En el diccionario de la RALE no figura el sustantivo “paisa”, ni tampoco en el Moliner, tan sólo en el de uso del idioma, llamado el Seco, por el profesor Manuel Seco, que fue quien lo proyectó y dirigió. Pero el Seco es un diccionario donde se documenta el uso con citas ad hoc. La cita en este caso es la del libro de Gironella y se define al paisa como “soldado marroquí”. Más paisas no hay, al parecer. Digamos, eso sí, en descarga del Seco, que en su prólogo se explica expresamente que es un diccionario del uso del idioma español... en España.

Ahora bien, ¿cómo cabe explicar la ausencia del gentilicio colombiano “paisa” en un diccionario como el de la RALE, donde figuran los gentilicios colombianos barranquillero, bogotano, bumangués, caleño, cartagenero, leticiano, medellinense (los del Medellín español son metelinenses), samario, santandereano (los del Santander español son santanderinos), e incluso se han matuteado rolo (como sinónimo de bogotano) y cachaco, aunque no como gentilicio sino como colombianismos por “1: joven elegante, servicial y caballeroso”, o bien “2: persona bien educada”? ¿Cómo explicarla?

Digamos, para empezar, que “paisa” está en buena compañía. Si ustedes se toman la molestia de preguntarle a doña Academia por el “vallenato”, la buena señora les responderá que esa palabra “no está registrada en el Diccionario. La entrada que se muestra a continuación podría estar relacionada: ballenato, ta”... Con lo cual, además, implícitamente, a lo peor cree darnos una lección de ortografía.

Y digamos, para concluir, que a mi juicio no debemos cargarles a los señores de la Academia madrileña el peso de la culpa de esas dos ausencias (que nada más son botones de muestra; hay otras, bastantes más). Desde hace ya muchos años, la Academia matriz trabaja codo a codo con las Academias repartidas por toda Hispanoamérica, las Filipinas, los Estados Unidos y Guinea Ecuatorial, justamente con la mira puesta en registrar todas las modalidades de la lengua en 22 países cuyo idioma oficial es teóricamente el mismo.

Dicho de otro modo: si el gentilicio “paisa” no figura en el diccionario de la RALE, a quienes hay que preguntarles el motivo de semejante ninguneo es a los académicos de Bogotá. Así es que desde este momento tienen la piedra en el tejado. La tiré yo sin esconder la mano.

 

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