Publicidad

El perseguidor

Oscar Guardiola-Rivera
06 de agosto de 2014 - 05:30 a. m.

Estoy intentando responder una pregunta. ¿Por qué las personas hacen cosas malas en nombre del bien y la libertad?

A la vista de lo sucedido en los territorios ocupados de Palestina, es necesario preguntárselo. También en Colombia el derecho de autodefensa ha sido invocado para justificar lo intolerable.

El lenguaje de los juristas no basta. Sabemos que el gobierno de Israel viola la ley al dirigir sus baterías defensivas contra la población civil palestina, haciendo caso omiso de las resoluciones y condenas de Naciones Unidas.

El suyo es un ejército de ocupación en una tierra que no es suya. Su reciente actuación parecería informada por una premisa inapelable e inaceptable: la única manera de garantizar al fin la seguridad y existencia del pueblo israelí es la virtual extinción del pueblo palestino.

Como ello bien poco difiere de una situación colonial , la ley internacional reconocería en dicha situación la capacidad de los colonizados para usar todos los medios a su alcance con el fin de buscar su libertad.

Cuando éramos chicos en Santa Marta, esos eran precisamente los términos usados por nuestros vecinos provenientes de Líbano y Siria para explicar su militancia en la OLP. Así aprendí a reconocer la imagen de Yasser Arafat, antes que la del Che Guevara.

Pero sabemos también que organizaciones palestinas como Hamás violan la ley al lanzar cohetes sobre civiles en Israel. Ambos pueden apelar a justificaciones morales y jurídicas para justificar la atrocidad propia y descalificar la del otro.

Quizás la alternativa se halle a medio camino entre literatura y filosofía. Se sabe que Israel actúa con relativa impunidad gracias a la influencia de su poderoso lobby entre la comunidad judía de los Estados Unidos. Pero se desconoce que en el origen de dicha comunidad hay un capítulo cuyo comienzo tuvo lugar en Latinoamérica.

Los veintitrés judíos que arribaron a lo que sería Nueva York en 1654 provenían de Recife. Eran parte de la comunidad sefardita que huía tras la caída de Nueva Holanda en Brasil. Esta era, cuando menos, su cuarta huida. Expulsados de España en 1492 y luego de Portugal, los que marran se habían desplazado desde la judería de Amsterdam buscando la libertad prometida por la Compañía de Indias en las colonias. La encontraron en el comercio del azúcar y la trata de esclavos.
No todos llegaron a Nueva York. De vuelta en Holanda, el rabino Isaac Aboab abrazaría el mesianismo sabataísta que predicaba una ascética del mal. Según esta cabe violar la ley para alcanzar el tikún liberador. La libertad lo es también para el mal. Todo está permitido para llegar al inevitable fin de la historia, en cuyo nombre Aboab había condenado al pensador Bento Espinosa años atrás. Los perseguidos se habían convertido en perseguidores.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar