El pirómano se negó a colaborar

Mauricio Botero Caicedo
30 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

Según informes de prensa, hace un par de semanas, en su visita a Cuba, el presidente Santos le pidió ayuda a Raúl Castro para buscar una salida política a la crisis venezolana que implicaría el exilio de Nicolás Maduro. La prensa extranjera señaló que la visita de Santos tuvo como objetivo convencer al régimen cubano “para apoyar una estrategia diplomática regional para frenar la creciente crisis de Venezuela”.

Para el autor de esta nota, pedirle a Raúl Castro ayuda para una salida política a la crisis de Venezuela es el equivalente a pedirle a un pirómano ayuda para apagar el incendio. La aguda crisis venezolana ha sido y sigue siendo responsabilidad de los cubanos, principales arquitectos de un modelo obsoleto, fracasado e inoperante. Pero además es una solicitud condenada al fracaso, porque —siendo Cuba parte del problema, difícilmente va a estar dispuesta a convertirse en parte de la solución— en el caso de que Venezuela regrese a la democracia, el régimen cubano lleva las de perder. Finalmente la solicitud fue inoportuna: exactamente en las mismas fechas en que Santos le solicitaba ayuda a Cuba, Raúl Castro le reiteraba su apoyo y le ordenaba a Maduro endurecer la represión. O sea, el pirómano se negó a colaborar.

El exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, en un artículo publicado el pasado viernes 21 de julio en el diario El País de España, desnuda la cruda realidad venezolana: “Chávez pudo darle unos años más de vida al régimen cubano que ahora, literalmente, está buscando desprenderse de la teta petrolera venezolana para agarrarse de la teta financiera norteamericana. Hace 18 años era intelectualmente obvio que la Revolución Bolivariana tenía fecha de caducidad… Pero, finalmente, tal como era previsible, se produjo la implosión del socialismo del siglo XXI y la crisis humanitaria que ha generado es descomunal; la fiesta del despilfarro revolucionario y del robo oportunista ha terminado. El modelo chavista saltó de la inclusión social a la multiplicación exponencial de la miseria. El modelo está muerto y absolutamente nada puede recuperarlo. Los militares venezolanos tienen más generales que Estados Unidos, ocupan miles de puestos de gobierno, han armado paramilitares, se han involucrado en el narcotráfico, han intervenido y expropiado empresas, se benefician de la corrupción, controlan el mercado negro, reprimen, apresan, torturan, juzgan y encarcelan opositores. En 17 años los militares han matado casi 300 venezolanos por protestar en las calles. En la historia de las dictaduras latinoamericanas no ha existido una élite militar que haya podido enriquecerse tanto como la venezolana y todo esto lo han defendido como «revolución popular» los extremistas de izquierda en todo el planeta. El supuesto marxista era que la Revolución Bolivariana lograría el desarrollo de las fuerzas productivas, pero, al igual que en Cuba, lo que hubo fue destrucción de las fuerzas productivas”.

El pretender que Raúl Castro tenga el menor interés en que la espuria constituyente no se lleve a cabo es tan ingenuo como pueril. Como bien lo señala Carlos Alberto Montaner, “Raúl Castro, el heredero, piensa que Nicolás Maduro es un idiota, pero es su idiota. Y la manera de protegerlo es calcando en Venezuela (por medio de una nueva Constitución) la manera cubana de controlar a la sociedad para que nunca más los venezolanos «contrarrevolucionarios» puedan ganar Alcaldías, Gobernaciones o la mayoría parlamentaria”.

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