El presidente Macron

Jamás se imaginó el general de Gaulle que un joven de menos de 40 años, casi 60 años después de expedida la Constitución que él con su grandeza diseñó, fuera a ejercer los poderes de la Quinta República. Al jefe de Estado francés se le entregaron tantas facultades como las que tiene un presidente de un sistema presidencial: él es quien debe asegurar el regular funcionamiento de los poderes públicos; él es quien tiene la potestad de escoger y nominar al primer ministro; él es quien puede ordenar la disolución de la Asamblea Nacional; él es quien puede presentar al Parlamento proyectos de reforma constitucional y quien decide si luego de aprobados en primera vuelta se someten a referendo popular; él es quien puede asumir poderes extraordinarios para tomar las medidas necesarias “cuando las instituciones de la República, la independencia de la nación, la integridad de su territorio o la ejecución de los compromisos internacionales son amenazados en forma grave e inminente y el funcionamiento normal de los poderes públicos constitucionales es interrumpido”; él es quien maneja directamente la política externa; él es quien nomina los altos funcionarios públicos; él es quien preside el Consejo de Ministros; él es quien puede conceder la gracia judicial, y también es el jefe de las Fuerzas Armadas y quien preside los consejos y los comités de defensa judicial.

Todos los anteriores poderes están ahora en manos de ese jovencito, Emmanuel Macron, el primer presidente independiente de la Quinta República, banquero, quien en el sector público sólo fue consejero y ministro de Economía del socialista Hollande. Después de ganar la Presidencia barrió en las parlamentarias, lo que le permite anunciar una serie de reformas que, según su criterio, Francia necesita.

Mucho se espera de este joven que no es de izquierda ni de derecha. Como en tiempo pasado, habría que colocar el siguiente aviso: “Vendo muebles estilo XV. Entenderse con Luis XVI”.