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El retorno

Oscar Guardiola-Rivera
13 de noviembre de 2014 - 02:00 a. m.

Dos de los libros más vendidos en Canadá este año tienen un tema en común que también nos es común en Colombia: el retorno. Pero ¿qué o quién retorna?

Antes de responder es necesario reconocer que sorprenderá a algunos esta afirmación según la cual hay más en común entre Canadá y Colombia de lo que creemos. Pero me temo que en este caso la sorpresa es tan sólo una medida de nuestra ignorancia. Solemos ignorar a ese vecino al norte de América. Quizás sea porque lo creemos europeo —ora inglés, ora francés.

De acuerdo con el autor de esos libros, John Ralston Saul, el intelectual público más importante del país, tales razones para ignorar o juzgar a Canadá son erradas. Y lo son aun si quienes las contemplan son los propios canadienses, a quienes Saul dirige sus libros.

Para comenzar, A Fair Country sostiene que Canadá no es una sociedad europea. Saul dice que es indígena, y lo prueba. Esta es la conexión con el otro libro y la respuesta a la pregunta anterior. También la razón por la cual creo que nos incumbe.

Este libro se llama El retorno. “Durante los últimos cien años”, escribe Saul, “los pueblos aborígenes han estado haciendo un camino de retorno. Uno fascinante, desde una posición aterradoramente precaria... a una posición de poder, influencia, y creatividad”.

A la vista del ejemplo de poder, influencia y autogobierno brindado esta semana por los indígenas del Cauca colombiano frente al crimen de las Farc, deberíamos tomar en serio el hecho de que el “retorno” del cual habla Saul es un fenómeno continental, no sólo nacional.Bien puede ser que quienes han cometido ese crimen a nombre de una organización que se llama revolucionaria sean ellos mismos miembros de la etnia. Lejos de minimizar el ejemplo del retorno de los indígenas, ello lo amplifica. Lo específico de este retorno es que se mueve en una dirección diferente a la que cabría esperar si se lo ve con lentes modernos.

Antes que significar una reducción del demos a la etnia, significa ampliar la democracia a partir de la inspiración aborigen. Y si el primer reduccionismo ha sido la causa de los genocidios modernos, entonces lo segundo es quizás la clave para construir sociedades de paz más que modernas.

Si lo anterior es cierto, ello nos obligaría a revisar con mayor cuidado lo que sucede en Bolivia. Como sugiere la historiadora Silvia Rivera Cusicanqui, que acaba de ganar el premio nacional de pensamiento, lejos de ser reaccionario el retorno indígena es profundamente progresista. Lo es en Canadá, Colombia y Bolivia.

 

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