Publicidad

El síndrome del papel higiénico

Héctor Abad Faciolince
25 de mayo de 2013 - 11:00 p. m.

A LOS QUE DICEN QUE DIOS NOS HIZO perfectos y que la máquina del cuerpo humano es el mejor ejemplo de precisión divina, habría que preguntarles por qué, después de defecar, la parte por donde se ejerce esta ineludible función fisiológica, por mucho que se aprieten herméticamente los esfínteres, no queda propiamente limpia.

Estamos bastante lejos del diseño inteligente: no creo que el ano humano pase airoso ningún test de control de calidad. A esto se debe que, desde la antigüedad, todas las culturas hayan tenido que buscar algo con qué limpiarse.

Antes del maravilloso invento de los rollos de papel higiénico —cuenta la revista Muy Interesante— había varias soluciones: los esquimales se limpiaban con musgo en verano y con nieve en invierno; los romanos patricios del Imperio, con lana empapada en agua de rosas; también se usaban hojas de plantas, siendo la de la lechuga, por ancha y resistente, una de las preferidas.

Fabricar buen papel higiénico no es un reto fácil para la industria. Cuando la técnica se fue afinando, la publicidad del papel indispensable decía que el nuevo producto estaba “libre de astillas”. No debía de ser muy grato, al limpiarse, clavarse astillas en salva sea la parte. Hay sesudos estudios sociológicos sobre el uso social del papel toilet. Se ha encontrado que los más conservadores prefieren colgar el rollo de manera que el extremo salga por debajo (por el lado de la pared), y en cambio los más liberales prefieren orientar el extremo por encima. Parece que a los que no nos importa la orientación somos los de temperamento más conciliador y adaptable.

Todo esto viene a cuento porque la BBC informó que la Asamblea Nacional de Venezuela acaba de aprobar una partida urgente para importar 39 millones de rollos de papel higiénico. Parecen muchos, pero con la escasez que hay de este producto en el hermano país, que cuenta con casi 30 millones de habitantes, esta compra no alcanza ni para dos rollos por cabeza, con lo cual en cosa de diez días habrá que importarlo de nuevo. Lo único que yo espero es que compren estos faltantes a una destacada industria antioqueña, Familia, con lo cual su gerente, Darío Rey, tendrá muy buen balance este año, siempre y cuando exija que le paguen los rollos por adelantado.

Yo no dudo que los marxistas tienen razón cuando hablan de la plusvalía y de las horribles maldades del capitalismo. Lo que sí me parece es que al menos deberían esmerarse por aprender a producir —en estajanovistas cooperativas del Estado— rollos decentes y abundantes de papel higiénico. Porque este es un síndrome muy viejo del mundo comunista, desde la Unión Soviética, pasando por Hungría y terminando en Cuba: siempre han vivido con problemas de desabastecimiento por este lujo de la burguesía. O no lo producen, o producen una especie de lija acartonada que raspa más que limpiar. O si no les toca usar la prensa: Pravda antes, y hoy en día Granma, o El Nacional. El problema con la prensa es que la tinta suelta, con lo cual el frenazo oscuro en los calzoncillos está asegurado, así la mancha ya no sea de caca, sino de restos de noticias.

El viernes pasado, en Blu Radio, entrevistaron al presidente del Instituto Nacional de Estadística venezolano, Elías Eljuri, pues había versiones según las cuales él atribuía la escasez de papel higiénico al hecho de que los venezolanos estuvieran comiendo cuatro veces al día, gracias al milagro económico del chavismo. Eljuri negó haber hecho esa relación entre más comida, más excrementos y en consecuencia más uso de papel. Menos mal que lo desmintió pues en realidad no es que el trasero quede más sucio cuanto más dé del cuerpo. Los residuos se deben solamente al mal diseño divino de nuestros anos. Podrían usar lechuga, pero también está escasa.

 

 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar